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SIMBIOSIS SERAFICA DONOSTIA-RIEZU Fin de su primera etapa lecarocista y maduración plena de su cosmopolitismo Durante los años de la República, se solucionaron a satisfacción las exigencias del Mi– nisterio correspondiente, y, siguió frecuentando, durante las vacaciones veraniegas, nuestros Conventos alemanes para su perfeccioriamiento en el dioma preferido y necesitado por su especialidad. En 1936, al estallar la guerra civil, se hallaba en Lecároz y tuvo que intervenir con arte y diplomacia ante las autoridades del Valle para salvar de las violencias de toda guerra civil, a algunos que nada tenían que ver ni con unos, ni con otros; no obstante, llegado el nuevo curso, no se contó con él como profesor, indicándole que era mal visto por los militares, y los superiores se veían en la necesidad de prescindir de él y de algunos otros religiosos com– pañeros suyos. "Aquellos buenos capuchinos dedicados a Dios, a la ciencia, a la música y a la tierra de sus amores, podían hacerse ahora sospechosos de extrañas maquinaciones", (Juan Ramón Urquijo}, y en el mes de noviembre salían camino de Argentina una serie de ellos, entre los que se encontraba el Padre Jorge; a su inseparab e Padre Donostia le hicieron pasar a la vecina Francia, donde convivió en santidad y alegría con nuestros hermanos los Capuchinos franceses. El Padre Jorge se despidió de sus hermanos y sobrinos, y allí quedó el molino con su cantarina aceña y su Padre Donostia que pasaba a formar parte de la familia capuchina de Toulouse (Francia). Pero no se escindió la simbiosis Donostia-Riezu; la ausencia y recuerdo borraron las fisuras (si es que las hubo), y la unión adquirió cada vez más fuerza. Su estancia en Argentina fue larga: desde noviembre de 1936 hasta la primavera de 1952: cerca de dieciséis años. Los trece primeros residió en Llavallol, impartiendo clases a los cole– giales de Euskal-Etxea; pero, al igual que había hecho en Lecároz, siguió traduciendo obras espirituales de gran envergadura, escribiendo alguna obra original en honor de una de sus hermanas y continuando el cultivo de la canción y del folklore 1 1ascos sin romper el hilo de sus primeras andaduras; se dedicó además al ministerio parroquial como coadjutor de lapa– rroquia de Llavallol y a la enseñanza de la religión en diferentes centros públicos y privados de su distrito parroquial. Volviendo a Juan Ramón Urquijo, hago mías sus palabras: "Si en Lecároz los Capuchi– nos habían adquirido profundidad de espíritu, en América ganaron universalidad, una visión nueva que acrecentaba al mismo tiempo su amor a la tierra vasca y su sentido humano". En una palabra, el Padre Jorge maduró su cosmopolitismo que después le habría de ayudar tanto en la larga última etapa de su vida. * * * - "¿Qué hace falta para ser intelectual?", se pregunta F. Claramunt en su ya citada biografía de Juan Antonio Vallejo-Nájera. Hasta López-lbor, otro del grupo de elite del Padre Donostia con Don Gregorio Marañón, dijo que "los intelectuales son siempre de izquierdas". Un clamor de suspiros recorrió el salón cuando pronunció esta frase, porque se trataba de una conferencia. Para muchos, el intelectual se caracteriza por adoptar, como fundamento existencial propio, la tarea interpretativa de la realidad, la cual implica una dimensión ética y una consideración constante de la realidad como problema que es preciso interpretar. Así era el Padre Jorge: pensaba y opinaba aparentemente como af cionado, en el buen sentido, sobre todo aquello que le llamaba la atención, aunque no dominase el tema; volvería más 309

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