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P. VIDAL PEREZ DE VILLARREAL veranos del descanso lectivo lecarocista, para trasladarse a nuestros Conventos de Alema– nia, donde su tesón le hizo dominar bastante bien el alemán académico "oficial" y alguno de sus dialectos. En el Colegio de Lecároz Alguien lo ha definido como "la Casona del Buen Retiro"; levantado con más ilusión que medios en torno al año 1890 como Seminario de Misiones, pronto se transformó en centro de enseñanza en plan de riguroso internado, donde se impartía el bachillerato oficial, comer– cio y cultura general. Aquí maduró plenamente su personalidad nuestro Padre Riezu, siempre junto al Padre Donostia, a pesar de las largas estancias musicales de éste en París, y muy pronto unido casi con la misma fuerza seráfica que con él, con otro prócer del saber, de la simpatía y de la sinceridad seráfica: el Padre Policarpo de lráizoz. Como profesor era "muy duro", dicen ahora algunos de sus alumnos, ya muy entrados en años, pero sus ideas eran claras y su tesón y entrega al alumno, total. No se le podía pedir más. Le temían, le respeta– ban y le admiraban. Para completar el dominio del alemán se comprometió con una editora barcelonesa (la Editorial Litúrgica Española, ELE) a traducir a la lengua de Cervantes la obra escrita en ale– mán por el dúo Schuster-Holzammer (se trataba de su octava edición alemana); dos gruesos volúmenes de cerca de 800 páginas cada uno. El profesor de mecanografía del grupo de comercio, Padre Victoriano de Larráinzar, se iba encargando de "pasar a limpio" su traduc– ción hecha a pluma, con presentación siempre digna y limpia; durante los recreos del alum– nado, cuidados y atendidos por el Padre Jorge, veían los alumnos al "vigilante", corrigiendo las copias que iban saliendo de la experta mano del Padre Larráinzar. Y después, la revisión de las pruebas de imprenta y su viaje final a Barcelona para "formatear" con los técnicos de la editora, la obra definitiva; el primer volumen apareció en 1934, y el segundo, al año siguiente. La editorial litúrgica catalana quedó también suavemente enredada en el ambiente señorial y de altura del Padre Riezu. Poco antes había obtenido en el Instituto de Idiomas de la Universidad de Zaragoza la calificación de sobresaliente en los tres cursillos de alemán que allí practicó. Cada año podía saborear mejor el sentido de las cortadas frases de Rudolf Clausius en el enunciado final de su segundo principio termodinámico. Habilidoso en el arte de la fotografía, contribuyó a perfeccionar el artesanal laboratorio del Colegio que había comenzado sus funciones de archivo de memorias vivas antes de 1895, trabajando en él en el revelado y fijado de negativos y positivos de aquellas placas de vidrio que casi ni necesitaban ampliaciones, porque el original daba tamaños hoy expuestos en el Museo de los Cien años del Colegio y en su adyacente claustro conventual, centrado por un magnífico magnolio secular envidia de todo visitante. Con motivo del ingreso del Padre Jorge en la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (3 de junio de 1980), recalcaba Don Juan Ramón Urquijo, alumno del Padre Jorge por aquellos años anteriores a 1936, casi con contemplación admirativa: "aquellos frailes pro– cedían de familias sencillas de los lugares más intrincados de las tierras navarras, guipuzcoa– nas y vizcaínas; pero no eran hombres rústicos y torpes". "No os podéis imaginar la elegancia espiritual, la finura, el encanto de su trato, la profundidad de pensamientos y sentimientos que se ocultaban detrás de aquellos hábitos franciscanos." 308
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