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SIMBIOSIS SERAFICA DONOSTIA-RIEZU - "Pater, dice Vd. las misas muy largas; mis pobres sold3dos se aburren en ellas". De nada sirvió al Padre Jorge explicarle cómo en su Convento le achacaban de todo lo contrario, y el buen oficial, adelantándose en espíritu al Corcilio Vaticano 11, le ordenó: - "Procure ser usted más breve, y, sobre todo, deje la pa}a", refiriéndose a todos los párrafos en latín que la tropa tenía que "aguantar" sin entender lo más mínimo. Se palpaba la necesidad de una revolución litúrgica como la iniciada bastarles años después por Juan XXIII y Pablo VI con el Concilio Ecuménico Vaticano 11. A partir de este momento, su relación con el General, Jefe del acuartelamiento, se inten– sificó, y, me recordaba el Padre Jorge que al llegar la contienda cfvil del año 1936 tuvo tiempo para hacer lo posible y lo imposible por salvar su vida, en peligro por su adhesión a la causa republicana. El día 3 de julio de 1922, a sus veintiocho años, abandonaba el acuartelamiento de Lega– nés y volvía a la Universidad para terminar su Licenciatura en Ciencias Exactas. Albert Einstein, el hombre más admirado de todo físico y matemático (lo digo por expe– riencia personal), visitó la Universidad de Madrid (también lo hizo con las de Barcelona y Za– ragoza); en 1921 le habían galardonado con el premio Nobel, por sus estudios sobre el efecto fotoeléctrico, y el Claustro de Ciencias de la Universidad Madrileña le dispensó un sencillo y digno homenaje; a él acudieron algunos alumnos (no había lugar para todos) y el Padre Jorge fue uno de los señalados; habló el premio Nobel agradeciendo el homenaje y animan– do a los jóvenes a seguir el camino de la ciencia y fue saludando uno por uno a todos los asistentes al acto; el Padre Jorge había adquirido un ejemplar sobre su teoría de la relatividad (creo que se trataba de un esfuerzo que el profesor Julio Palacios hizo por divulgarla) y se presentó con él a saludarle y pedirle su firma autógrafa, que, naturalmente, obtuvo; el sabio judío-alemán expresó abiertamente su admiración al verlo con SJ indumentaria monacal, in– tercambió algunas frases con el Padre lnza y apretó su mano con cordialidad sincera: - "Se me grabó para siempre su mirar profundo, escudriñador y límpido". "La ciencia hermana a todos los de buena voluntad", le dijo el gran ídolo de los estudiosos de la física, Albert Einstein, al Padre Riezu. ¿Conocía el Padre Jorge el alemán? Sí, lo conocía y lo cultivó con verdadero cariño. Terminada su licenciatura, aspiró a reali– zar los cursos de doctorado y asistió a cursos de Termodinámica Física y Aplicada; aquí es donde más se animó a dominar bien ei alemán, el idioma de los grandes termodinámicos de nuestra historia; "nunca olvidaré, me decía, las escuetas frases con que terminaba Rudolf Clausius su segundo principio de Termodinámica: se abría un mundo fascinante y nuevo que incentivaba más al trabajo del científico, pues si la entropía es negativa en los fenómenos espontáneos naturales, el hombre con su acción inteligentemente dirigida, la puede transfor– mar, en parte, en positiva, reordenando cuanto en su inclinación natural tiende al total desor– den" (Schrodinger). El curso de Termodinámica exigía un trabajo o memoria escrita en plan de investigación personal, pero no pudo realizarlo, quedando sólo con el título de Licenciado en Ciencias Exactas, más que suficiente para su ministerio apostólico de la enseñanza ejercido primero en Lecá– roz y después en Euskal-Etxea (Llavallol -Argentina), y posteriormente de nuevo en Lecároz; pero su interés por el alemán fue siempre "in crescendo" musical, aprovechando todos los 307

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