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4 E. ZUDAIRE Gobernador del Principado, perseveró en su fidelidad a Felipe IV, lo mis· mo que D. Ramón de Calders, que, de regente de la Real Tesorería, pasó a Gobernador General de Cataluña. Felipe Sorribes, ennoblecido por Fe· lipe IV, y su hermano, José Sorribes, Capitán de guardias en Flandes, se inclinaron, en el momento culminante, por la hermandad franco catala· na, si bien les duró poco tiempo el entusiasmo. Y D. José de Margarit y de Biure, enaltecido por el Rey Cristianísimo a Gobernador General de Cataluña y Marqués de Aguilar, no faltó un solo día, por sí o por sustitu· to, a la revista de nobles en campaña que, durante la guerra de Salces (año 1639) pasó el Protector del Brazo Militar. De los Setmenat o Senme· nat, D. Aleix, que había sido propuesto para un Hábito militar, se quedó sin él por haberse negado a servir en la Corte. Era de familia muy ilustre y por mucho tiempo una de las más pudientes, puesto que de ella se co· braba el «excusado», que solía recaer sobre las tres o cuatro casas más fuertes de cada lugar o villa. Cuando la entrega de Cataluña a Francia, intervino en los primeros escarceos. Hasta que le apresó D. Juan de Ga– ray, Gobernador de Perpiñán y de su Castillo Mayor. 11 ¿Qué pensar de la filiación política de aquellas partidas? Lo que, en cambio, parece incuestionable es que, por puntos de honra, ya que no por codicia de granjerías, los nobles, desde Perpiñán a Tarragona, entraban a la parte con aquellas gentes a las que su miseria o su mal talante empu· jaba al asalto de los convoyes reales o de las haciendas privadas. Epoca singularmente calamitosa debió de ser la del virrey, marqués de Almazán, que, lisonjeado por su mujer y sus hijas, sin escrúpulo com· ponía delitos por dinero. 12 Los otros represrntantes de la Corona, desde D. Diego Hurtado de Mendoza (1564-1571) al virrey duque de Cardona (1633-1638), aunque con varia fortuna, levantaron somatenes, espolearon a los vegueres, promovieron uniones o concordias municipales y lograron triunfos tan resonantes como la captura, entre otros, de los dos citados y famosos jefes de ladrones. No siempre se podía culpar a flojedad los pocos éxitos en la repre– sión. Faltaba a veces el dinero para organizar compañías, 13 aunque se procuraba investir con la regencia de la Real Tesorería a personas acau- 11 ACA., CA., 503; MHE., vol. XXI, pág. 138. 12 AHCB., Lléf-res clases, I 6I 2: carta de los conselleres a Felipe 111. 13 ACA., CA., 224.13. 110

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