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La profesión « temporal » 123 Es la edad menos proper..sa a situaciones ambiguas. Mucho po– drían decir sobre el particular quienes han mantenido largo con– tacto, a través de la dirección espiritual, con jóvenes religiosos de ambos sexos en esos años destinados, por su función formativa, a consolidar la síntesis vital en torno al ideal de consagración, pero de hecho trabajados por el interrogante, propio o ajeno, que se cierne inexorable. Y no hablemos del efecto desmoralizador que produce en el conjunto de una casa de formación el éxodo constante de com– pañeros y la presencia de quienes se prevé que, tarde o temprano, <lesertarán o serán enviados. Muy justamente observa J. Leclercq: « Quien abraza la vida religiosa lo hace con la voluntad del don total desde el primer día. Quien, por el contrario, entrase simplemente por hacer una expe– riencia no se hallaría en las disposiciones requeridas y no podría perseverar, toda vez que no posee el móvil capaz de hacerle superar todos los sacrificios. Lo propio se diga de aquellas congregaciones en que la regla impone simplemente los votos anuales: la intención de quienes solicitan la admisión es darse para siempre. La forma canónica de los votos no cambia la disposición íntima del espí– ritu )) (18). No debería cambiarla. Pero cuando el clima pedagógico viene condicionado por la forma canónica nadie puede impedir que ésta afecte profundamente a la actitud interna. Más aún, de hecho no faltarán maestros de novicios y confesores que, ante una situación vocacional insegura, empujen al joven hacia la profesión con la ·salida de que, después y todo, se trata de un tiempo de experiencia; para cuando llegue la profesi6n perpetua se hará luz. Es claro que, si el noviciado se coloca al comienzo del tiempo de prueba y en una edad en que el joven, sobre todo si proviene ,del seminario menor, no ofrece aún más que una disponibilidad al ideal, disponibilidad que se traduce en maleabilidad o receptividad de formas, el período de votos temporales es imprescindible. Hay que dar lugar a una experiencia más realista de la vida abrazada (18) La vocación religiosa, San Sebastián 1957, 24.

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