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10 PERSONAUDAD Y MISIÓN 17.9 mil pesetas. Es demasiado tentador. «Maestro Virgilio, que se yio con semejante suma ert la mano, no se la quiso entregar n~ poco ni mucho ; y él entonces, casi desesperado, se metió en una nave y par– tió para Venecia" u. No pudo sobrellevar por más tiempo verse tan indignamente objeto de explotaci6n. Esto sucedía el año 1573 12 • Si se admite un fondo de objetividad, y hay razones para admi– tirlo, en lo que nos dicen acordemente las fuentes )Jiográficas sobre las gracias de oración, éxtasis y don de lágrimas, que ya ~n aquella edad se manifestaban en el mance;bo, habríamos de ver en todo esto los caminos extraños de que la Pnvidencia suele servirse para purí- "ficar y endurecer a las almas privilegiadas que ha destinado para elevadas misiones en su Iglesia. En Venecia tenía el joven fugitivo a su tío paterno don Pedro Rossi 13 , sacerdote docto y ejemplar; uno de aquellos eclesiásti.cos humanistas de la Italia renacentista que ejercitaban la pedagogía como una vocación. :Oon Pedro dirigía una escuela privada y tenía a su car.go el seminario clerical de San Marcos. Ningún refugi9 po– día ofrecerse más apropiado a la situación del corazón de Giul~o Ce– sare, lacerado por el desengaño en plena pubertad. Junto al tío sintió que la vida volvía a tener sentido delante de sus pasos. Cambió el hábito de aspirante conventual por el uniforme talar que llevaban los seminaristas de San Marcos. Y fue entonces cuando ·aquel espíritu, lleno ya de la accióu· divina, se abrió paso con todo el ímpetu y el encanto de la adolescencia. U~ condiscípulo suyo, que luego sería también su .::ompañero en. el noviciado y e11 los primeros años. de vid.a religiosa, el padre Andrés de Venecia, re– cordará más tarde con emoción los deliquios espirituales de Giulío Cesare, sus penitencias extraordin~rias, su candor y $U humilda,d, y hasta intervenciones milagrosas ; todo ello unido a una entrega ardorosa al estudio. Aquella etapa de su formación fue breve ; duró poco más de un año. El ideal franciscano, asimilado en el convento de Brindis, man- 11. «Analecta OFMCap», 9 (1893) 367. Re~Últa doloroso tener que identificar a este predicador con ·el «Maestro Fu Virgilio Giacomo, gran predicatore» a qµien, según declaración del co11füscíp:nlo mencionado, se había confiado 1a educación dd muchacho. Urbis et Orbis..., p. 84. 12. Cfr. llarino da MILANO, 1.c., 277, nota 17. 13. Había dado al apellido Russo la f:mna veneciana de Rosso o Rossi, como lo haria también su sobrino. Era la época en .que aún no había prevalecid() ·la forma gcntiliéia plural en los. apellidos italianos. C:nand.o se , designaba a un .individuo· se deda en singular - «Rosso» -, cuando a! linaje, .en plural - «Ros.sí, o ~de Rossi».

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