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196 LÁZARO DE ASPURZ 86 y que en la Liga cat61ica entrasen todos los príncipes de la casa de Habsburgo, o al menos la mayor parte. Esta segunda condición tendía a evitar que la Liga viniera a beneficiar excesivamente al de Baviera, que llevaba la iniciativa en la coalición. Tras largo for– cejeo, san Lorenzo obtuvo éxito completo : las dos condiciones fue– ron retiradas y Felipe III dio sv palabra de entrar en la Liga. De Madrid dirigióse a Roma, provisto de especiales recomen– daciones del Rey Católico, con el fin de llevar adelante la segunda parte de las negociaciones. Aquí su papel consistió en reforzar la gestión ya iniciada por los embajadores enviados por Maximiliano y por los electores eclesiásticos. Surgieron nuevas dificultades, que llegaron a ser insuperables cuando España volvió otra vez a exigir las dos condiciones antedichas. De regreso en Munich, san Loren– zo halló a su amigo sobrenianera irritado, hasta el punto de que estaba resuelto a retirarse de la confederación católica. Nuestro santo tuvo que hacer entonces de embajador ambulante entre Praga y Muni9h, logrando por fin un completo acuerdo. La Liga que– daba constituida, y el efecto inmediato fue poner a la Unión, Evan– gélica en la precisión de pactar con los católicos. Maximiliano no acertaría ya a prescindir del capuchino ni en sus asuntos íntimos ni en sus actividades políticas. Obtuvo del Papa la gracia de tenerlo constantemente junto a si, y en el trienio si– guiente, 16ro-1613, el padre Bridis intervino intensamente en todos los asuntos de Alemania, al mismo tiempo que mantenía una corres– pondencia asidua con la Secretaría de ·Estado de Roma, ejercien– do prácticamente atribuciones de nuncio pontificio. Su presencia en Munich llegó por fin a hacerse odiosa al ministro imperial Melchor Klesl, receloso del engrandecimiento de Baviera; ello fue causa de que el santo regresara definitivamente a Italia, sin interrumpir por ello la comunicación epistolar con Maximiliano. En los años siguientes tuvo que poner por tres veces a contri– bución su habilidad diplomática en las hostilidades entre España y el duque de Saboya Carlos Manuel. A fines de 1614 negoció la rendición de la ciudad de Oneglia, en la costa ligur, sitiada por los españoles. En julio de 1616 realizaba gestiones de paz con el duque de Parma y con los de Mantua y Toscana. Poco después el car– denal Ludovisi, legado pontificio, le comisionaba para obtener de] gobernador español de Milán, don Pedro de Toledo, una inteligen-

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