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EL orno SAN ANTONIO DE l'ADUA 85 una lección a los habitantes de un lugar que se negaban a escuchar la divina palabra.7 La siguiente campaña en el Mediodía de Francia pudo haber sido solicita– da al santo con el fin de contrarrestar el influjo de los albigenses en las poblaciones, ya que seguían siendo fuertes no obstante la cruzada dirigida contra ellos por Simón de Montfort y la labor de controversia llevada a cabo por santo Domingo y su orden. Nada sabemos del resultado. La Legenda Assidua pasa por alto esas campañas. Ycuando describe detalla– damente la predicación de la Cuaresma en Padua en 1231, no menciona a los herejes entre las categorías sociales que eran objeto de su denuncia profética; en cambio habla de herejes convertidos por efecto de los milagros realizados en la tumba del santo después de la muerte de éste, fruto recogido en el responsorio de Julián de Spira: «mors, error, calamitas ... ». Repasando los sermones del santo, casi se diría que para él no existían los herejes. Su predicación iba dirigida a la conversión de los fieles; denunciaba, no tanto los errores, cuanto la conducta contraria a la fe profesada. Esa renova– ción de la vida cristiana, en coherencia con el Evangelio, es lo que hizo perder legitimidad al desafío de los herejes a la institución eclesial. 7 Así en la crónica de Rogerio de Wendover y en la de Ricardo de Sens; textos de L. LEMMENS, Testimonia minora saeculi x111 de sancto Francisco Assísiensi, Quaracchi 1926, 28-33. .

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