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EL OTRO SAN ANTONIO DE PADUA 83 La emprende con leguleyos y abogados: «idumeos, sanguijuelas que chu– pan la sangre de los pobres». «Como los que trabajan en la lana, cardan y tejen sutilezas y argucias» para engarbullar a sus clientes. No calla los vicios de los pobres, pero trata de excusarlos. Denuncia la marginación a que se hallan relegados, «alejados por medio de estacadas de palos afilados y de espinos, que significan los aguijones, los dolores y las enfermedades que tienen que soportar». Y hace oír su grito de profeta: «¡Ay de los que poseen depósitos llenos de vino y de grano y dos o tres pares de vestidos, mientras los pobres de Cristo imploran a sus puertas con el estóma– go vacío y con los miembros desnudos, a los cuales si se les da alguna cosa, es muy poco y no de las cosas mejores, sino todo de desecho!» «¡Llegará, llegará la hora en que ellos implorarán de pie, fuera de la puerta: Señor, señor, ábrenos!, y oirán lo que no quisieran oír: ¡En verdad, en verdad os digo, no os conozco!» Defiende el principio cristiano de la función social de la propiedad, en virtud del cual los bienes que no son necesarios al rico para las exigencias fundamentales de la vida, pertenecen al pobre que se halla en necesidad. 6 Un buen conocedor de los escritos del santo ha hecho notar que, mientras son constantes las invectivas contra los delitos de orden social, ho se halla mención del pecado sexual. Pero se sabe que, como efecto de su predicación, mucho libertinos de ese desorden se convertían. La Legenda Assidua resume en esta forma el éxito de la última campaña de Antonio en Padua: «Devolvía la paz fraterna a los desunidos, la libertad a los detenidos; hacía restituir lo que había sido robado con la usura o la violencia. Llegó a tanto que, hipotecando casas y tierras, se ponía el precio a los pies del santo y, con el consejo de él, se restituía a los perjudicados cuanto les había sido quitado por las buenas o por las malas. Libraba a las prostitutas del torpe mercado. Lograba que ladrones famosos por sus fechorías se abstuvieran de meter mano a los bienes ajenos.» Pero san Antonio no fue un demagogo ni un predicador tremendista. He citado arriba el testimonio de Tomás de Celano, que escribía la vida de san Francisco en 1228/1229, dos o tres años antes de la muerte del santo: «Hablaba 6 La biografía que mejor ha puesto de relieve este aspecto del mensaje del santo, tal como aparece en sus sermones, es de Pilar DE CUADRA, Un puente sobre siete siglos: san Antonio hoy, Madrid 1967.

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