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CAPÍTULO GENERAL DE LOS CAPUCHINOS (1678) 25 la esperanza a los investigadores; sin embargo, en esta ocasión, revisados los índices de los fondos Carpegna, Chigi, Barberini, Codices Barberiniani latini y Codices Ottoboniani, no han respondido a nuestras expectativas, a pesar de haber estado algunos de dichos mecenas en estrecha relación con los capuchinos. f) Sin traspasar la esfera doméstica, por necesidad hemos tenido que prestar atención al Archivo general de la Orden en Roma, que depara el acta oficial del capítulo de 1678. Especial recuerdo merece el Archivo de la provincia de Roma (Via Veneto 27), sobre todo su rico fondo de crónicas o anales. Sin salir de casa, no pasaremos por alto el Archivo provincial de capuchinos de Cataluña (Barcelona-Sarriá) y el de Navarra (Pamplona– Extramuros), que hacen sus aportaciones, éste último en particular, ya que en dicho capítulo fue erigida su región en provincia. Estamos seguros de que los archivos de las provincias de Italia, máxime los situados en los entonces dominios hispánicos, tendrán su palabra que decir, y la esperamos con la mayor cordialidad. 2. - El capítulo general de 1678 se celebró después del tormentoso septenio de gobierno del P. Esteban de Cesena; a continuación de una cruenta guerra entre Francia y España por el dominio de Sicilia (1674-1678); con una intervención personal de Inocencio XI para imponer a los vocales una restringida lista de candidatos a ministro general; del mismo se siguieron secuelas impresionantes, que delataron las tensiones existentes en aquella sociedad barroca, oficialmente sacralizada, pero, de hecho, roída por la mun– danización y los intereses civiles más de lo que se piensa desde nuestra lontananza. Quiere decirse que tanto el tema global de las "cosas de los capuchinos en el siglo XVII", como, en concreto, el capítulo general de 1678, han de ser situados en su múltiple contexto histórico para ser entendi– dos con corrección. Necesitaríamos que ya entonces un satélite hubiera cap– tado aquellos entrecruzados planos europeos y las vivencias de aquellos hom– bres para que ahora nuestra antena parabólica recogiera el haz de señales y de mensajes. A falta de tal técnica, la historia tiene que realizar con sus medios esa misión. No divagaremos. Tan sólo brindaremos algunas alu– siones y panoramas. a) Ante todo, será necesario leer estos acontecimientos sobre la pantalla del "antiguo régimen", del absolutismo de los príncipes, mayores y menores, e incluso del absolutismo de los pontífices y de la curia romana, por ejemplo, durante el pontificado de Inocencio XI. Siempre señalamos con el dedo el absolutismo civil, y olvidamos que, en muchas ocasiones, los embajadores de Roma dieron avisos sobre la tendencia del papa Odescalchi a extender

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