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CAPÍTULO GENERAL DE LOS CAPUCHINOS (1678) 63 otros fueros tan a poco precio y tan contra el seruicio de V.M. como estamos llorando sus leales vassallos, pusieron todo el Capitulo General en manos de el desaffecto de los Pes. Fr. Esteuan de Cesena y Fr. Buenauentura de Requenate, que repartieron todos los officios en sugetos de su dictamen para que a la letra lo continuen. Y lo mas sensible es que no solo faltaron por si estos Religiosos, sino que haciendose mas Españoles y mas fieles vasallos de V.M. que los 14 que atentos a su Real seruicio seguimos la voz de el Embaxador, prouocaron los vasallos Italianos a que faltassen a su obligacion, assegurandoles que por su medio se librarian de el resentimiento de los Virreyes y Embaxador, con que los Napolitanos y Sicilianos (excepto qual o qua!) que componen 11 Prouincias, unidos con estos cinco Españoles, confundieron el Capitulo General de forma que toda esta corte queda escandalizada, la Religion inconsolable y los Ministros de V. M. sin autoridad, como los mesmos deben representar. No quedan mexor puestos los Religiosos vassallos de V. M., los de el Imperio y los de Francia, uiendose afrentados y excluidos de los dos primeros officios de la Religion por un Breue, siendo el primero que en ella se ha practicado, y solo el artificio de el Pe. Torrecilla pudo hauer sugerido medio tan violento, con decir que dichas tres naciones Ultramontanas (como si el no lo fuesse) superabundantes de votos se querían alzar con los dos officios de General y Procurador de Corte; fue crehido como ladron de casa y lo fue la mucha mano que publica tiene en la corte, donde se ofrecia desde luego a ir para defender los que cooperaron a Breue tan ignominioso y a Capitulo tan precipitado; con que sin mas meritos que los referidos, antes con los demeritos que sabe el Papa y la Congregacion de Regula– res, salio electo Diffinidor General y se pa:te a Madrid, como he dicho. Confirma estos monopolios el sentimiento implacable de los tres Embaxadores y precisse el de Francia, que con toda applicacion pide Commissario General para sus Francesses y se promete tenerle y de la mesma nacion. No se sabe si el Embaxa– dor de V. M. es de el mesmo dictamen porque no parece que hasta aora se mueve, aun despues de hauerle escrito el Pe. Joan Francisco de Milan un uillete muí descar– tes, y lo mas sensible es que anda de mano en mano, o porque él ha dado la copia, o porque la razon de estado lo ha sacado de la Secretaria para que se conozca el de España, pues un fraylecico nuevo en la Religion, tan sin ella, tubo animosidad de escreuir y repetirlo (segun se dice) a un embaxador de V. M. sin muchas amenazas que con diuersos Cardenales ha despachado, transportandose de suerte que temo su desastrado fin y el de la Religion. Con que si éste, el Pe. Torrecilla y los otros tres Españoles dichos entran en España y si los Napolitanos y Sicilianos bueluen a sus Prouincias sin prouar los effectos de su error, perseueraran en él y a su exemplar qualquiera fraylecico no solo despreciara la Suprema autoridad que :eside en Ministros tan grandes, sino que desahogara por escrito sus passiones y recurriran a Madrid por la absolucion, como hacen estos, y no faltaran estadislas [sic] que influyan y atizen, porque es arte de los primeros Italianos conseruar testas de ferro, en quien descargar sus resolu-

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