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136 TARSICIO DE AzCONA EM (2002) l. JALONES INMEDIATOS A LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES La revolución condujo al Manifiesto de quejas y agravios, firmado en Bur– gos el 28 de septiembre de 1464, verdadera proclama contra Enrique IV por los excesos cometidos en el gobierno de sus reinos. Hombres ponderados evitaron de momento la violencia y la guerra y consiguieron imponer la negociación, sobre todo a base de declarar al príncipe Alfonso como heredero y sucesor de Enrique IV, a condición de que casara con Juana de Castilla, hija del rey, a la que éste de momento no abandonó ni alejó de la corona. El Manifiesto favoreció la negociación, confiada a una comisión paritaria, que llegó a la Sentencia de Medina del Campo de enero de 1465. Esta solución no satisfizo a ninguna de las dos partes en litigio, la regia con sus adherentes y la nobiliaria. Fueron los cau– dillos de ésta última los que se decidieron a dar el golpe de mano con la deposi– ción de Enrique IV en Ávila el 5 de junio de 1465. Además de la insoportable humillación, el monarca se encontró a la deriva, como árbol en medio del cam– po en tiempo de una gran tormenta. Acudió al reino, escribió a la curia romana a la que envió un grueso alegato jurídico contra sus súbditos y vasallos rebeldes. 2. CONTRATO ENTRE ENRIQUE IV DE CASTILLA Y ALFONSO V DE PORTUGAL Enrique IV necesitaba ayuda eficaz contra los nobles revolucionados. Miró hacia Lisboa, como lo había hecho su padre Juan II y como él mismo lo había tratado con Alfonso V en las vistas de Gibaltar de 1464. Aplicó la ley de la ofer– ta y la demanda. Enrique IV ofrecía por primera vez a su cuñado el rey de Por– tugal a su hermanastra la infanta Isabel de Castilla. En esta ocasión no salió él a vistas, seguramente porque no podía abando– nar ni un solo día el escenario de Castilla la Vieja. Por eso, encargó la gestión a su mujer la reina Juana de Portugal, hermana del rey Alfonso V; señal de que por entonces no estaba todavía tan desacreditada. Los contratantes de estas Capitulaciones serían los dos reyes, el de Castilla y el de Portugal, pero Enrique pensó encontrar una buena valedora en su mujer a fin de conseguir el éxito de la operación. En ella había encerrados varios te– mas, como en una caja de misterios. Convenía alejar de Castilla a Isabel, tan ligada a su hermano Alfonso, el preconizado rey de Ávila. No convenía olvidar a la hija Juana de Castilla, la heredera y sucesora legal. Seguramente convenía
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