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CARTA DE ENRIQUE IV A LA PROVINCIA DE GUIPUZCOA 269 el octavo diversas manos han escrito anotaciones y signos. El do– cumento ha sido bastante respetado por el tiempo, aunque no ha dejado de sufrir a causa de la humedad; ella lo ha maltratado en pequeños espacios, dificultando la lectura de algunas palabras. Aun– que no viene por ahí la dificultad para leer la carta. El escribano de la cancillería no era mal pendolista; por el contrario consiguió un documento de una caligrafía sorprendente a primera vista; pero menos fácil para su lectura. Hay pasajes difíciles que sólo se logra descifrar a base de reiteradas compulsaciones. Penetrando más en el documento, no se olvide que se trata de una carta regia, con las connotaciones cancillerescas de esa clase de documentos (4), Con más afinación, se trataría de una carta misiva de carácter general, en la que el rey daba noticia profusa sobre acontecimientos del reino y dictaba breves disposiciones con– cretas a la provincia. Resulta apasionante conocer esta versión que dieron el rey y la corona sobre el nacimiento de la heredera Juana de Castilla, sobre la guerra castellana, sobre el cambio de sucesión en favor de Isabel, sobre la me,rginación de ésta para volver a la sucesión primigenia, trágicos sucesos que recubren venas soterradas de la vida y de la revolución social castellana e incluso peninsu– lar, sobre la guerra intestina, sobre el reto de poder entre la oligar– quía nobiliaria y las monarquías absolutistas. Todavía en plan de aproximación general, nos acucian nume– rosas cuestiones sobre la redacción de esta carta misiva: cuestio– nes de estilo y problemas de contenido. Al parecer, el redactor, el secretario con sus expertos, no dedicaron demasiado tiempo a li– mar el estilo para conseguir un documento de purismo renacen– tista; pero trabajaron a fondo a fin de presentar a la opinión una versión convincente en torno a espinosos problemas de estado. Va firmado por el secretario Juan Ruiz del Castillo y refrendada por Juan del Castillo, personajes que no aparecen con frecuencia en la documentación enriqueña del tiempo, pero que tampoco son des– conocidos. No es posible en este momento determi.nar la paternidad real del documento. Habría sido pensado en equipo en el círculo (4) M. SOTERRAÑA MARTIN POSTIGO, La cancillería castellana de los Re– yes Católicos. Valladolid 1959, p. 132. No seria de, extrañar que semejantes cartas misivas hubieran sido enviadas a personas e instituciones ligadas con las cortes.
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