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i .. CARTA DE ENRIQUE IV A LA PROVINCIA DE GUIPUZCOA 27'9 desde las dos fases de la guerra civil castellana. No hace ninguna alusión a cortes, ni a ninguna otra providencia de estado. El rey afirma que quería resolver el problema andaluz y resulta nove– doso que lo pone en relación con la misma Isabel. En efecto, el rey quería que Isabel le acompañase a Andalucía para conseguir mejor y más pronto la reducción de los rebeldes, los pro-alfonsinos. Pero ella, como tenía intención de apartarse del rey, no dio a tor– cer su voluntad, quebrantando juramentos y votos. Más aún, «es– criuio e procuro por sus mensajeros que para ello enbio por quan– tas uias e maneras pudo como las dichas <;ibdades estouisen Reue– ladas e non se Reduxesen a mi serui<;io e obidien9ia». Según esta versión, Isabel pretendía que Enrique siguiese hacia Andalucía para quedar ella libre de la regia tutela en lo tocante a su ma– trimonio: «Cato colores fingidos disiendo asy que sy conmigo fuese que la casarian contra su voluntad» C19l. 2. Ni el rey ni los procuradores presentes en Ocaña fueron suficientes para convencer a Isabel. En todo el pasaje se sobreen– tiende que el matrimonio entre Isabel y Fernando era un secreto a voces. El rey quiso quemar sus últimas razones: ofreció a su her– manastra que fuera a Arévalo, defendida con 300 lanzas, que él mismo pagaría de sus arcas a la vuelta de Andalucía. Después de dicho regreso se entendería en el matrimonio de Isabel, consul– tando antes las cortes del reino. Este ofrecimiento del rey estaba avalado por los grandes, que le acompañaban, ya que Isabel podía llevar a Arévalo a los hijos de ellos en calidad de rehenes e in– cluso le acompañarian sus nobles señoras. 3. Enrique IV es reiterativo al afirmar que Isabel quería se– pararse de él. Dice que él podía estorbarlo; sin embargo, para que nunca le achacara que queria imponerle un casamiento, el rey permitió a Isabel quedar en Ocaña. Ella prometió al rey, «presentes algunos de los grandes de mis Regnos», que permanecería en aque– lla villa y no haría movimiento alguno de su persona y estado hasta la vuelta de Andalucía. «E con este asyento e seguridad yo me parti...,. (20). (19) Enrique IV refuta esta razón con palabras edulcoradas presentóndose como, incapaz de semejante tropeilia. Pero ahí residía el nudo de la cuestión. (20) De nuevo tenemos que lamentar la falta de cualquier documento; en esta ocasión la promesa de Isabel en presencia de algunos grandes bien pudo ser sólo de palabro.

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