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-14- confirma que es más perfecto que los dos anteriore;, y. siendo más perfecto, con éLse :consigu,e mejor dar culto a Dios y santificar a las almas. . 'Lá · objeción suele saltar naturalmente: .¿cómo es posible, que con esta paFticipación, que los fieles o no entieµden o entienden sólo a medias, puedan más JJ'~rfoctamente dar culto y santificarse más intensamente? La respuesta no es más' que una : ex opere operantís Ecclesíae; la Iglesia vincula a esta participación litúrgica directa, aun supuestas las imperfecciones huma– nas de los fieles, una virtud .oficial y pública que no tiene la participación p~rsonal o l.a coinún. Y este prindpio no queda en manera alguna invalidado p<;>r el liecho ·de que las disposiciones del individuo jueguen luego papel importan(e .cuando se trata de recibir gracias y de alcanzar méritos. ·' ;En vista del ra?onamfonto teológico y, sobre todo, de las prescripciones de, la. In,strµ.cción, terminamos este capítulo de la participación de los fieles en :Jás misas rezadas diciendo que el ideal de todo pastor de almas tiene qu,e ser que .sus fieles lleguen. a participar en la misa de un modo litúrgico . y dh:~cto, · · Lk'l,EY DEL SILENCIO .·'Nacla háy que moleste tanto a muchos fieles como una intervención con– tinua durante toda la misa, sin tregua para la quietud interior. Por otra parte, 'y desde un' punto d~ vista filosófico, se podrá considerar el silencio C~Ill(J' ~]go negativo, ,como una privad6n; aquí,. en cam~io lo consideramos cqnio un elemento plenamente positivo para el ordenádo y efectivo des– eilyolvimierito del acto litúrgico, sobre todo, para hacer posible la actuali– zacióri del'' elemento interno de la participación. La Iglesia sabe valorar perfectamente este elemento y lo somete a reglamentación. Bien es verdad que en el apartado destinado a ordenar la participación de los fieles en las misas rezadas no habla expresamente de los momentos en que hay que guatdar silencio, mas se suponen y en todo caso pueden regir los lugares paralelos,, .·• .·:Para Tas misas in · cantu se prescribe terminantemente que durante la consa,'gración cése··todo canto, y donde haya costumbre también cese. el órga– no·o cualquier otro instrumento músico (núm. 27, e). Después de la consa– gmción/á rioseí- .que se haya de cantar todavía el Benediotus· (siempre·que se éanta gi:egoriano; debe cantarse antes, junto con el Sanctus), se aconseja un sagrado silencio. ¿Estas prescripciones de las misas in cantu rigen tam– bién en las rezadas? Estas y otras muchas, pues el tercer modo de :partici– pación, en el que 'más se hace intervenir a los fieles, da: margen a grandes sílencios : durante el ofertorio, antes y después de la consagración, después del Bater noster hasta. el Confiteor para la comunión, etc. Eri íntihla :reladión con esta cuestión está la del empleo del 6rgano o de instrumentos músicos. La Instru~ción la trata expresamente en el núm. 29, a prop6sito de la párticipaci6n personal. Este mismo dato ya es significativo: participar, oyendo ·rnúsfoa, nunca pa~a de ser una acción personal. En la disposición se pueden distinguir dos partes : .: ··, a) · Se.reprueba la costumbre de tocar el órgano, armonium o cualquier otro-instrümento durante toda la misa quasí sine intermíssione. Así se ter– mina' d_e un golpe'. eón los conciertos de músicá con motivo de la misa. Lás" razon.és 'de la disposición son· evidentes;

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