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otro tanto por los liberales hispánicos. Fue, sin duda, un prolonga– do acto penitencial, debido quizá a los privilegios gozados durante el Antiguo Régimen 79 • Después de 1814 llegó la restauración, que resultó mucho más complicada de los previsto. No nos consta el número de capuchinos que se acogieron a la ley de secularización y no volvieron al con– vento. Tampoco conocernos detalles sobre la reorganización lenta de la vida comunitaria de Borja. Un dato resulta seguro: Aquí comenzó el declive de la Provin– cia capuchina de Aragón y de sus casas. Se encontró con varios conventos derruidos, comenzando por la curia provincial de la capi– tal, situada en el solar del actual cuartel de Hernán Cortés. Con ser mucho, existe otro dato de calibre histórico: La pérdida de su ar– chivo, con lo que resulta prácticamente imposible escribir la histo– ria de la antigua Provincia de capuchinos de Aragón desde archivos propios. 6. EL CONVENTO BAJO EL PERIODO CONSTITUCIONAL Parece que los supervivientes de la primera exclaustración ini– ciaron con denuedo la obra de rehabilitar los conventos y, dentro de ellos, la vida de comunidad y de observancia regular. Pero el esfuerzo se vio truncado por el segundo acto de la gran tragedia: El Trienio Constitucional. 79 No insistimos en la trágica vida de los exclaustrados. Además de la obra principal del autor, véase LEGARDA, Anselmo de, «Los exclaustrados aragoneses de 1809». Scripto– rium Victoriense 26 (1976): 299-337. -100-

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