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somos alimentados y protegidos, de todas, y en especial de sus je– fes, debemos hablar con moderación religiosa» 66 • Pero fue imposible no seguir una opción política y unirse a un bando, con el agravante de haberse dividido las provincias capuchi– nas norteñas: La de Navarra se inclinó hacia el bando felipista o de Felipe V; las de Aragón y Cataluña, hacia el austracista, o del ar– chiduque de Austria. Esta inclinación no afectó sólo a los superio– res; llegó el problema a los conventos alejados de Zaragoza. La guerra de Sucesión movilizó a Aragón. Hay que señalar, sin embar– go que Borja se decantó a favor de Felipe V, aunque las acciones bélicas austracistas no le alcanzaron hasta finales de 1705. Al ser atacada, la ciudad resistió y tardó en ser ocupada por los austracis– tas. No consta que hubieran utilizado el convento de capuchinos para atacar a la ciudad 67 • Por esta hostilidad de los aragoneses, Felipe V castigó con du– reza a sus opositores, incluidos los religiosos, mientras premiaba a las pocas ciudades que, como Borja, se habían mantenido fieles a su causa. Consta que muchos capuchinos fueron represaliados, in– cluso con penas de destierro, por esta actitud ante la sucesión bor– bónica. Algunos fueron exiliados a los dominios hispánicos de Ita– lia. 66 Analizamos estos avisos de los superiores mayores en nuestro estudio: La presencia de los capuchinos en Rentería..., pp. 152-145. 67 Véase RUJULA, P.-LAFOZ, H., Op. cit. pp. 165-168 y PARDO BAULUZ, E., Op. cit., pág. 170, quien afirma que el conde de Sástago cañoneó el convento de capuchinos y lo tomó el 8 de octubre de 1795. Ambos estudios ofrecen en esta ocasión cifras demográ– ficas valiosas sobre la población reducida de Borja. Véase, sobre todo, PEREZ ALVA– REZ, María Berta, La guerra de Sucesión y la raya occidental de Aragón, Zaragoza, 1992, pp. 235-248. Extraña no encontrar ninguna referencia al convento de capuchinos. -89-

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