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iglesia se irradió la devoción al Vía Crucis en los viernes de cua– resma y en los días de la Semana Santa. Aunque la devoción más peculiar del convento capuchino fue la celebración de las 40 Horas con exposición continua del Santísi– mo Sacramento, predicación adecuada y terminación con procesión solemne, como la del Corpus Christi. Sin duda, la ciudad se adhirió también a un signo peculiar de sacralidad durante el barroco: La celebración ostentosa de la beati– ficación y canonización de los santos. En este tiempo los santos ca– puchinos fueron muy numerosos. Eran signo y nota típica de la santidad de la Iglesia frente a la herejía. El convento pasaba la in– vitación a la ciudad y al clero, que acudían en corporación. Hemos localizado varias invitaciones, por ejemplo para la doble canoniza– ción de San Fidel de Signaringa y de San José de Leonisa. Fue una decena de acontecimientos que conmovían a la ciudad con proce– siones y manifestaciones variadas, incluso con aspectos folklóricos de representaciones sacras 63 • 3.6. La misión de Cumaná Los capuchinos de Aragón no se encerraron en su v1eJo reino. Ellos formaron en el noviciado de Tarazona a Tiburcio de Redín, maestre de campo de Felipe IV, de capuchino Fr. Francisco de Pamplona; con él abrieron la misión del Congo y poco más tarde la de Cumaná en Venezuela; fue una de las más perennes glorias de la presencia de Aragón en la colonia (1650c. 1820) 64 • 63 AMB caja 310-10. Invitación para participar en las dos canonizaciones mencionadas. Estas celebraciones durante el período barroco daran margen para abundantes datos sobre la religiosidad popular. 64 Véase el excelente estudio de CARROCERA, Buenaventura de. La misión de los capu– chinos en Cumaná. 3 vols. Caracas, 1968. El primer volumen es de análisis, los otros dos de valiosos documentos. -87-
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