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sos de fundación de diversos conventos: Los aceptaban por ser maestros de espíritu y «por la inclinación y asistencia que tenían para disponer en la ora de la muerte la jornada de la gloria, que tanto importa su arierto» 53 • c) El ministerio normal era el de la predicación, tanto en la ciudad, bien escogidos por el cabildo colegial o por el concejo, bien en forma libre y sin compromiso en la comarca. La predica– ción sería en tono mayor, así en las cuaresmas, advientos o misio– nes; en tono normal, como en los panegíricos de los santos, o en otros acontecimientos locales. La evangelización fue un elemento de cercanía del capuchino al pueblo; mas aún, en ciertos lugares y tiempos, los convirtió, se– gún un conocido pasaje del dominico Lacordaire, en Demóstenes del pueblo 54 . d) Los primeros ministerios de los capuchinos de Borja. He– mos aludido, en general, a la presencia de los capuchinos en Borja desde principio del siglo XVII. En la documentación aparecen mi– nisterios muy concretos, realizados de balde. Era justo que fuesen recompensados por el primiciero con algún donativo voluntario 55 • Descubrimos el nombre incompleto de un religioso, que se hacía notar por su celo en torno a 1620. Era el P. <;atorre, o también <;a– torri, no fácil de identificar. Predicaba la cuaresma en 1623 y en ella exhortó a los fieles a reunirse para el ejercicio de la oración mental en la capilla de la Sangre de Cristo, en el claustro de la co– legiata. El cabildo no asumió ningún compromiso comunitario, pero 53 La expresión proviene de una súplica del ayuntamiento de Viana a Alejandro VI, en 1661, pero era una nota extensible a toda la Orden. 54 LACORDAIRE, Henri-Dominique. Conférences de Nótre-Dame de Paris. t.II , années I 844-1845. París, 1844, pp. 370-371. Es necesario leer todo el brillante contexto para comprender el alcance del apelativo. 55 ASMaría, Libro 3. º De gestis Capituli. fol. 259 r. Citado ya más arriba. -83-

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