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«Esta iglesia, muy destruida durante la guerra de la Indepen– dencia, se rehizo y decoró en su interior a principio del siglo XIX, modificándose posiblemente su cabecera, que quedó recta con una sacristía en el transaltar. El retablo mayor se realizó entonces en yesería. Tiene acusado gusto barroco» 49 • 4. El convento. Respondía también a normas precisas: Iba ado– sado a la iglesia y formaba un cuadrilatero. Nunca faltaba un pe– queño patio interior, eje de la vida conventual. Más que un pozo para sacar agua de beber, se abrió un sumidero para las aguas plu– viales. El edificio se componía de un piso bajo y una planta, todo en torno al patio. La construcción era de argamasa o de ladrillo, según las regiones, no de piedra tallada. Nunca faltaban una bien orientada solana, un fogón o calentador para los crudos inviernos y una pequeña hospedería para los religiosos forasteros. Estos y otros elementos edilicios pueden identificarse todavía en el edificio de Borja. Ha desaparecido, en cambio, la artística campana que reco– gía los humos de la cocina y que es conocida por fotografías de principio de siglo. 5. El huerto y el bosque. El huerto, o la huerta, era necesario para la subsistencia, teniendo en cuenta que gran parte del año se guardaba ayuno y abstinencia de carnes; así mismo era necesario para descanso del espíritu y de la mente. El de Borja poseía un huerto no pequeño, que fue puesto en venta en la desamortización de 1835. Era regado con el agua de la acequia comunal y consta que se tuvo en cuenta este detalle para dejar huecos al construir la cerca. No solía faltar en el huerto alguna sencilla capilla para guare– cerse de la lluvia y para retirarse a hacer oración. Tampoco solía 49 LONGAS, L. Conventos de la antigua Provincia capuchina de Aragón. Pamplona, 1993. pág. 33. -74-

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