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No es necesario recurrir a una expans10n prodigiosa, pero cabe preguntar: ¿Por qué tuvieron semejante acogida aquellos religiosos, pobres y austeros, en un ambiente eclesiástico saturado de iglesias y conventos? En los párrafos siguientes hallaremos algunas respuestas. 2.2. La fundación del convento de Borja Los capuchinos fueron conocidos en Borja desde el principio del siglo XVII, sobre todo a raíz de la fundación del convento de Tara– zana, en 1599. Se dieron a conocer no sólo por su hirsuta figura, sino por su celosa evangelización. También por su pobreza y por ejercer, de balde, sus ministerios. Esta norma siguió vigente en las décadas siguientes. Lo confirma el acuerdo del cabildo colegial de Santa María para el que el primiciero regalase algo a la comunidad como compensación por sus ministerios 15 • Así se dieron a conocer y se captaron la voluntad del capítulo de la colegiata y de algunas per– sonas particulares. La intención de fundación en Borja apareció pron– to, ya que ellos habían elevado dos súplicas, antes de 1622, a las que el ayuntamiento no había dado curso. Sería necesario conocer al deta– lle la situación socio-religiosa de Borja después de la reciente expul– sión de los moriscos, en la que estuvieron y quedaron comprometidos la ciudad y la Iglesia. ¿Hasta dónde podían soportar nuevas cargas monásticas, después de tanto daño económico? ¿Qué necesidades se crearon después de tan hondo y vital acontecimiento? Los predicadores capuchinos captaron, sobre todo, la voluntad de un noble matrimonio borjano, que no tenía descendencia. El se llamaba Juan de Pradilla y ella Gracia de Rada. Aportamos bastan– tes datos a su biografía, que dista mucho de quedar completa. Eran 15 « Y por quanto los padres capuchinos predican de balde, que attento que son pobres, que se les envíe por los días que predicaren alguna cosa moderada para comer y esto quede a discreción del canónigo Carlos de Alberite, a cuyo cargo está la primicia, inuiarles lo que pareciere». ASMaría, Libro 3. 0 De gestis. f. 259 r. -56-