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b) descubierto el personaje, los fieles deben sumirse en íntima oración, que les lleve a una verdadera comunión espiritual con el Sefior. Lo que re– quiere una profunda vivencia interior, y no sólo apariencias externas. c) esta oración, a la vez personal y comunitaria, p~ede ser alimentada ~on lectura de la sagrada Escritura y con una homilía que recoja las ideas y sentimientos de las mismas, o con breves exhortaciones de. contenido euca– rístico. Respecto de este pasaje deben hacerse algunas observaciones : Este em– pleo de la biblia y la correspondiente homilía no deben confundirse con una Celebración de la Palabra. Aquí deben servir de sustento y alimento de 'a piedad eucarística. Las «breves exhortaciones» no deben confundirse con sermones, ni siquiera con «fervorines» eucarísticos; se trata de sencillas orientaciones que guíen la atención y los afectos de los adoradores. d) se admiten cantos sagrados que respondan a la Palabra de Dios. Siem– pre al servicio de la Adoración. Lo difícil resultará siempre la selección, para aue ritmen con la Palabra de la biblia. Será necesario adentrarse en el macizo del salterio, en el que no será difícil encontrar material apropiado. e) conviene que en algunos momentos se guarde un silencio sagrado. Se trata de la misma prescripción sefialada para la misa, y la razón estriba en que la Adoración no debe estar abarrotada de actos externos, sino que de ellos debe fluir el sentido religioso que se medite y conserve en el cornzón. Este tiempo no suele ser del agrado de fieles juveniles o poco cultivados. Deberá ser distribuido inteligentemente poT el sacerdote. f) La Instrucción no alude en un primer pasaje al empleo de preces co– munitarias, n. 62; en cambio las recuerda expresamente en el n. 66. Parece claro que dichas preces tienen un lugar en esta dinámica de la Adoración, aunque no deben ser necesariamente una repetición de la praex fidelium de la misa matutina. 3. Algunos problemas en tomo a esta práctica de la Adoración Así configurada la Adoración, que debe ser considerada sin género de duda como un acto litúrgico, pueden surgir diversas cuestiones previas, que trataremos de dilucidar : a) ¿cuándo comienza el carácter litúrgico de esta Adoración? Es sabi– do cómo se enseñaba que la exposición tenía carácter litúrgico sólo desde d momento en que se iniciaban la bendición y la reserva, es decir, prácticamente, desde el TAantum ergo... Por eso mismo se admitía que antes de ese momen– to se podían celebrar ejercicios piadosos, sin quebrantar la norma de no mez– clar actos litúrgicos y actos de devoción. Sin que esté declarado expresamente, parece que ahora se puede mirar este acto bajo una luz nueva: Sería litúrgico desde el momento de la exposición hasta la reserva del sacramento. b) ¿a qué clase de exposición debe aplicarse el esquema propuesto por la Instrucción? Es sintomático que se repita dos veces esta prescripción sobre el modo de realizar la Adoración : una, en el terreno de los princi– pios, n. 62; otra, al aplicarse a la exposición breve, es decir, la de menos solemnidad e incluso cotidiana, n. 66. Lo que equivale a decir que se ha de aplicar siempre.

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