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bar que el rezo de las vísperas constituía parte importante de los cultos ves– pertinos de las parroquias. Y a la sombra del movimiento litúrgico nó han dejado de introducirse en muchas cristiandades las completas, como oración comunitaria del final de la jornada. Este sector está sometido hoy día a revisión. Ante todo comencemos por notar que una de las preocupaciones del movimiento litúrgico ha consistido en preparar a los fieles para el rezo de los salmos por ser la oración del pueblo de Dios, la que empleó en muchas ocasiones el mismo Jesucristo y la que ha sido custodiada y promovida por la Iglesia. Más aún, el concilio ha dicho de nuevo una palabra clara sobre el tema. a) Ha exhortado a los pastores de almas a que los domingos y fiestas más solemnes celebren comunitariamente las vísperas, con la participación de los fieles. Es evidente que se trata de una celebración en lengua verná– cula, y no ha de tardar mucho tiempo que dicha hora canónica sea estruc– turada especialmente para dicha celebración. Véase Const. sobre lai sagrada líturgía, n. 100. Mientras tanto no creemos que se apartaría de la ortodoxia quien organizase unas vísperas para los fieles a base de tres salmos, espe– cialmente ricos de contenido y generalmente los mismos, una lectura bíblica y una oración a tono con la liturgia. Ciertos oficios para religiosas o institu– tos seculares no han sido pensados de distinta manera. En esta celebración comunitaria conviene que no falte nunca por parte del monitor el anuncio del salmo, correspondiente a los llamados «tituli psalmorumn; así pm ejem– plo, en el salmo 23: «Cantemos al Señor, buen Pastor que nos guía hacia el Reinan. Una oportuna catequesis debería poner de manifiesto las diferentes dimensiones, bíblica, cristiana y litúrgica, de dichos salmos. b) El mismo pasaje del concilio recomienda que los laicos recen el oficio divino, bien con los sacerdotes, bien reunidos entre sí, e incluso en particular. En este sector tenemos un problema doméstico sin resolver, al menos en muchas comunidades; y sobre todo, se deja entrever una amplia labor pastoral con nuestros grupos de perfección. Pero es necesario arreme– ter con ella. Si es necesario, editando algún pequeño folleto con los salmos más usuales. 2) Actos de culto a base ele Celebraciones sagradas de la Palabra. No queremos extendernos en este tema por ser del dominio público y uno de los más tratados en los últimos años, sobre todo, desde que el concilio recomendó dichas celebraciones para la víspera de las fiestas más solemnes v con indudable carácter de preparación, para algunas ferias de adviento y cuaresma y para domingos y fiestas, sobre todo, en lugares donde no haya sacerdotes. Ibid. n. 3,5, 4. No conocemos otros ejercicios sagrados que se celebren entre nosotros. El ordinario del lugar podría organizar otros nuevos, y vigilar siempre los que existen. Aunque en este momento lo que interesa no es la potestad litúrgica del obispo, sino las realizaciones pastorales. El panorama es ciertamente amplio, lo que no siempre suele ir unido a la amplitud de miras de los sacer– dotes responsables y al deseo de complicarse la vida con nuevas iniciativas. Tampoco podemos estudiar la cuestión de cuándo tales ejercicios sagrados llegarían a constituir verdaderos actos litúrgicos.

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