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2.-Sin embargo, el culto eucarístico ha quedado configurado de tal modo que difícilmente podrá ser emparejado con ningún otro acto de culto. En decto, la Instrucción dice sin ambajes: «Durante expositione omnia compo– nenda sunt ut ... n, n. 62. Estas palabras encierran un sentido limitativo y ex– clusivo, y así las han interpretado los comentaristas. Así los comentarios ofi– ciosos, intercalados en el texto de la Instrucción y publicados por Ephemeri– des Liturgicae dicen : «Ya que la Adoración se dirige primeramente a Cristo presente en el sacramento, todos los actos, como preces, cantos y exhortacio– nes han de ser dirigidas al mismo Cristo, no a los santos ni a la misma Virgen, Madre de Dios. De este principio expuesto con toda claridad, se sigue que deben ser excluidos del tiempo de la exposición aquellas preces a la Virgen María y a los santos, que se solían celebrar ante el Santísimo expuesto, como el rosario y otras súplicas a la Virgen y a san José durante el mes de octubre, o las preces a los santos en sus novenarios. De donde no se sigue que tales preces deban ser excluidas de la piedad del pueblo cristiano, sino que deben ser rectamente ordenadas, lo que se conseguirá fácilmente, si se las hace pre– ceder a la exposiciónn, en Ephem. Liturg. 81 (1967) 423. Véanse respuesta'> en el mismo sentido en dicha revista 82 (1968) 245-246, traducidas en caste– llano en Ilustración del clero 61 (1968) 363-365. Véase no obstante R. SPIAZZI, OP, La piccola vía del Rosario. Rom:i 1968. IDEM, Eucharisticum mysterium (Adnotationes), en Monitor eccle– siasticus 93 (1968) 215-221 (donde se pronuncia por el carácter cristocéntri– co del rosario y la posibilidad de incluirlo dentro de la Adoración. Afirma que en la revisión de las Indulgencias está prevista la conservación de .1 « indulgencia plenaria a la recitación del rosario ante el Santísimo expuesto. Extremo que no hemos podido controlar). 3.-Según esos principios, durante la exposición organizada a tenor de la Instrucción, no deberá tener cabida ningún ejercicio piadoso. Suponemos que esta conclusión, perfectamente válida en teoría, va a provocar numero– sas incomodidades a los pastores de almas en el momento de llevarla a la práctica. Ahora bien, conociendo la sensibilidad del clima pastoral y la sin– gular idiosincracia de los fieles ante nuevas formas de espiritualidad, se podrían ensayar las siguientes soluciones: a) Organizar los cultos vespertinos de los días ordinarios con solos ejercicios piadosos, aunque potenciados y desnudos de su rutina. Sobre todo, · si la asistencia no es suficientemente numerosa, ni cultivada. b) Seguir la praxis actual de nuestras iglesias de culto, hasta crear el clima espiritual propicio para implantar la Adoración según las exigencias de la Instrucción. c) Organizar los cultos vespertinos a base de la Adoración eucarística, todos los días y según la más pura exigencia de los documentos eclesiásticos. Esta solución exigirá fieles preparados, y sobre todo, un sacerdote especiali– zado en este ministerio (manejo de la biblia, preces comunitarias, canto sagrado, etc.), que le exigirá mayor preparación que para cualquier otro ministerio. Si esta Adoración ha sido debidamente preparada y dirigida, no creemos que defraude a los fieles, ni que les haga pensar en otras devociones. d) Organizar los cultos vespertinos en dos tiempos: el primero, dedi– cado a breves ejercicios piadosos; lo que supone la simplificación de los mismos, incluso del rosario; y el segundo, a la exposición del Santísimo con la subsiguiente Adoración. Esta solución chocará siempre con la prisa, ya que difícilmente se puede pensar en cultos vespertinos que sobrepasen la

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