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Tarsicio de Azcona chapea. La tala se fue retrasando, según llegaban las noticias de la guerra, pero el 25 de junio de 1795, el comandante militar Domingo Izquierdo y el ingeniero jefe Juan Antonio Casanova iniciaron la tala. Segunda acción: El derribo de los edificios Siguió la segunda etapa, el derribo de los edificios. Comenzó por el barrio de san Juan de la Cadena, que se llevó a cabo de forma fulminante a base de los recursos del cuerpo de ingenieros, con sus máquinas y los cientos de hombres, que tenía a sus órdenes. Abundante documentación hace constar las múltiples y duras gestiones que se realizaron en Pamplona y en Madrid para detener la demolición de la Rochapea y de la Magdalena. 6 Sin embargo, la Secretaría de Guerra se mostró inflexible y el derribo prosiguió por ambos barrios, comenzando por los edificios más consistentes y fuertes. Haremos una somera alusión a los mismos 1. El convento de Trinitarios Descalzos, en el término llamado hoy Trini– tarios. Este convento necesita con urgencia una monografía, que describa su ajetreada fundación entre 1600 y 1607, sus ministerios, su traslado al abandona– do convento de san Antón y su desaparición definitiva. Fue derribado desde sus cimientos, con las casas adyacentes. 2. El convento de clarisas de Santa Engracia, considerado el primero de la Orden fuera de Italia, de cierto rango social, foudo de los Cruzat de Pamplona, con poderoso edificio, espaciosa huerta y casas en su derredor. Derribado del todo, con graves problemas para colocar a las religiosas, que por fin recalaron en el convento de san Antón de Olite. 3. Las ermitas de san Juan, de san Roque y de san Jorge, lugares votivos de la ciudad y tenidos en la misma como reliquias, en recuerdos de las pestes y de los votos. 4. El convento de san Pedro ad Ribas de agustinas ermitañas, derribado en parte en su sede conventual y en la torre de su iglesia, desde la que los franceses podían atacar a la ciudad. Le quedan todavía las heridas que le produjo el derri– bo, aumentado poco más tarde durante la guerra de la Independencia. 5. El convento de capuchinos no fue tocado por la piqueta exterminadora, por no encontrarse con seguridad dentro del perímetro, exigido por los ingenie– ros militares, que no se pusieron de acuerdo. Quizá también por haberse movido los religiosos y el Patronato en las altas esferas para salvarlo, ofreciendo el guar– dián a varios religiosos como capellanes y ofreciendo la casa como asiento para la tropa. 7 6. No dejaron de derribarse edificios civiles, como todas las casas adya– centes al convento de trinitarios y al de santa Engracia. 7. No se salvaron del derribo las tapias que cercaban las huertas, y los montones de escombros que podían servir de parapeto a los enemigos. 8. No hemos visto descripción pormenorizada sobre el derribo de los edi– ficios de particulares. La tasación de los inmuebles Las diversas autoridades de la ciudad fueron responsables al preparar esta delicada operación que fue encargada a Antonio Cía por el ayuntamiento, a Ma– teo Villanueva y Martín Francisco Apesteguía por la real Hacienda, a Bemabé 274

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