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Tarsicio de Azcona La fortificación de Pamplona, no comenzaba en las murallas, sino en los valles circunvecinos y en los arrabales de la ciudad. El censo era premonitorio de una guerra que tardaría todavía varios años en estallar, pero que desde el inicio de la gran revolución y dado su progreso, pareció inevitable. Este censo completo de Pamplona suburbana interesa menos por su senti– do e intencionalidad militares; en cambio, cobra para nosotros un valor social y demográfico de un valor muy subido. Aquí adelantaremos el resumen y dejare– mos para un Apéndice la publicación completa del mismo. Los núcleos más importantes eran los barrios de la Rochapea y de la Magdalena, pero la verdad es que los ingenieros incluyeron, san Juan de la Cadena, los terraplenes de Labrit, todo el paseo de Ronda desde el palacio episcopal hasta el convento de carmeli– tas descalzos. El problema se centraba en la fortificación de Pamplona y la orden de no permitir construir en un término de 1500 varas ningún edificio "ni se permita obstáculo alguno de los que puedan embarazar el mejor uso de las defensas y del abuso que se ha notado de tan importante asunto". 3 La importancia de la relación deriva de los elementos que contiene cada partida: solar del edificio, altura del mismo, calidad de su fábrica, y propietario actual, bien familiar, bien institucional. Son elementos demográficos, cada cual más interesantes, para documentar el estado de los arrabales de Pamplona. l. El arrabal de san Juan de la Cadena, mirando a la Taconera, se compo– nía de 8 casas, dos ermitas, la de san Juan Bautista y la de san Roque, un molino harinero y varias espaciosas huertas. 2. El barrio clásico de la Rochapea se componía de cuatro grandes man– zanas o espacios, en los que se habían construido 90 casas familiares, dos gran– des conventos, el de Santa Engracia de clarisas y el de trinitarios, dos molino s harineros, llamados de la Rochapea y de Santa Engracia, una fábrica de papel, dos lavaderos de lana, dos blanqueadores de cera, la oficina del Rastro o matade– ro y una fábrica de guantería. Dignas de reseña eran sus huertas que abastecían a la ciudad de hortalizas y legumbres. 3. El arrabal de la Magdalena se dividía en dos sectores, "el de la otra par– te del río" y el de "a esta parte del río". Discurría desde el núcleo del barrio, la ermita de Santa María Magdalena, hasta el monasterio de san Pedro ad Ribas de agustinas ermitañas. Comprendía 45 casa familiares, el convento de religiosos capuchinos, el de las agustinas, la ermita de la Magdalena, dos molinos harine– ros, un molino y un batán sin ejercicio y dos tejerías. 4. En resumen, en estos tres barrios, que formaban un cuerpo con los otros 17 barrios de intramuros, existían 147 casas familiares 2 conventos de religiosos, dos conventos de monjas, 4 ermitas, 5 molinos harineros, otro molino y un batán sin uso, 2 fábricas de papel y guantería, el Rastro o matadero, 2 lava– deros de lana, 2 blanqueadores de cera y 3 tejerías. 5. Los ingenieros introdujeron también en su censo los edificios existentes en los tarraplenes que miraban a extramuros, desde el palacio episcopal hasta el convento de carmelitas descalzos. Incluso tuvieron en cuenta los edificios situa– dos desde la puerta de san Nicolás hasta la puerta de la Taconera. Les interesaba dejar constancia de la distancia que los separaba de la muralla y sus parapetos. Así eran los barrios suburbanos de Pamplona en 1789, parecidos en parte a pequeñas colmenas y mucho más a grandes espacio de fértiles huertas. Eran tres barrios de la ciudad, tenían su alcalde, sus usos y costumbres; eran consulta– dos y tenían voz en los problemas de la ciudad. 272

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