BCCCAP00000000000000000000983

El derribo de los barrios de Pamplona dur~nte la Guerra de la Convención Las indemnizaciones por los edificios derribados Es el tema más parco en la documentación. Se tiene la impresión que las autoridades se fijaron en los más representativos, o porque lo eran así, o porque sus dueños se movieron no sólo en Pamplona, sino en Madrid. Lo que es seguro que las autoridades no demostraron gran prisa en indemnizar a los huertanos, fueran más o menos poderosos. Gozaron de prioridad los edificios públicos de la Ciudad y los dos grandes conventos demolidos, el de Trinitarios y el de Santa Engracia. Respecto de trinitarios, documentamos la intervención de sus superiores generales en Madrid y de los locales en Pamplona, primero para reconstruir el convento en el mismo lugar; más tarde, sopesados los inconvenientes de los extramuros, para entrar en la ciudad. Ingente documentación respalda los pasos para ·situarse en el monasterio de san Antón, orden de comendadores, desapare– cida. Se complicó esta ubicación por los intereses encontrados de instituciones y personas. 9 Las Damas Pobres o hijas de Santa Clara vivieron toda una Odisea para restablecer su comunidad y situarla en lugar seguro. No vemos que fueran ayu– dadas con eficacia por las familias franciscanas; en cambio, no fueron desatendi– das por las autoridades de Pamplona. Es verdad que reclamaron un lugar en la misma ciudad, pero "no había sitio en la posada" y no tuvieron más remedio que salirse de la mismas. Las orientaron hacia la cercana población de Villava, donde pudieron residir varios años, hasta que por ayuda de la Diputación pudieron situarse en otro monasterio abandonado, el de san Antón de Olite, en el que to– davía son ejemplo de unión con el pueblo en su vida de perfección clariana. 10 Observaciones finales l. Este jirón de historia sirve para rehacer con seguridad los barrios ex– tramurales de Pamplona y abre puertas y ventanas para estudios demográficos y catastrales más detallados. 2. La ciudad defendió con tesón a sus barrios, que durante el Antiguo Ré– gimen le valieron tanto como las murallas y los baluartes. Sufrieron no poco por ella. 3. En 1795 desaparecieron edificios religiosos y civiles, que eran ya em– blemáticos en el entorno de la ciudad y en su medio ambiente. Pertenecen para siempre al arca de la historia. 4. Después de más de dos siglos, el derribo de 1795 y el subsiguiente abandono han quedado reparados; más aún, los barrios han quedado transforma– dos con dignidad mediante urbanizaciones destinadas a muchos cientos de fami– lias modestas. 279

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz