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300 Tarsicio de Azcona . En cambio, no hemos localizado semejantes pretensiones por parte de los obispos, ni del clero inferior, ciudadano o rural. Las asambleas pretendían llenar diversos amplios espacios: a) La defensa de la libertad eclesiástica. La expresión no puede ser más jurídica, más enraizada en el derecho canónico y en los decretalistas. Estaba y siguió estando en boca de todos los eclesiásticos. Pero ya no sólo como doctrina canónica, sino como expresión estamental y como divisa de clase privilegiada. Resultará difícil, pero será necesario ir separando la inmunidad, el fuero, la libertad y la competencia de toda nota específica de singularidad y de privilegio. b) El tratamiento de problemas eclesiásticos. Los que suscitaban las circunstancias y los que venían propuestos por las mismas iglesias catedrales. Parece que nunca se embarcaron en el análisis de los problemas más profundos de la política religiosa entre la iglesia y la corona. No se arrogaron tal competencia, ni se lo hubieran consentido. No obstante llegarán a las asambleas problemas de cierto calado, que los iremos proponiendo más adelante. c) La concordia económica del clero con la corona. Es el tema que ocupa más páginas en las actas y con el que se cierran las mismas, ya que tuvieron que plegarse siempre a la corona. ·d) Diferente situación de la corona de Castilla y la de Aragón. Cuanto antecede tiene plena aplicación a las asambleas de Castilla, que actuaron como institución única de cara a las propias iglesias y de cara a la corona. No así en la corona de Aragón, no así; en ésta podemos individuar tantas asambleas como territorios: las de Aragón, Tarragona-Elne (no hablan de Cataluña), Valencia, Mallorca, Sicilia e incluso de Cerdeña. Estas asambleas son mucho más recortadas en la temática y en la celebración, ya que se ocuparon tan sólo de establecer la concordia con el monarca sobre la aportación de cada territorio. Esta situación es digna de análisis, aunque en este momento no podamos entrar en esa etiología histórica; más adelante aparecerá algún elemento de dicha diferenciación. Visión más profunda de las asambleas A lo largo del siglo vemos que las asambleas se convirtieron en un hecho eclesial relevante y fueron aceptadas como interlocutoras válidas ante el estado y ante la iglesia jerárquica. El estado depositó su confianza en ellas en el sector económico porque resultaron instrumentos eficaces para cobrar las aporta– ciones de la iglesia. Se ahorraba burocracia. Por otra parte, no dejaron de levantar suspicacias, sobre todo a principio de siglo, por temer que trataran otros temas, por ejemplo socio-políticos; Isabel y Fernando, Jiménez de Cisneros y Carlos I no dejaron de mirarlas con recelo, como a elementos de resistencia y de oposición.

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