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322 Tarsicio de Azcona mendicidad, con escándalo y mal ejemplo de los pueblos. Será necesario contrastarlo, pero ahí están la alusión y el testimonio varias veces repetidos 45 . 4.4. La riqueza del estamento eclesiástico Tocamos uno de los aspectos más vidriosos de la realidad eclesiástica y social en el siglo XVI; así como el tema más delicado de la reforma de la iglesia a partir del otoño de la edad media. No es necesario recurrir a la sarta de acusaciones civiles, dirigidas contra la iglesia desde las cortes, desde los teorizantes laicos o desde la literatura. Se trata del debate más apasionado del siglo dentro de la misma iglesia. Lo recoge por ejemplo A. de Valdés, cuando pone en boca de Carón estas palabras: «Y las rentas de los obispos [sé] que no fueron instituidas para sus criados, sino [para] que con ellas mantuviesen a los pobres» 46 • Y lo que se afirmaba de los obispados, debía alargarse a todos los beneficios y rentas de la iglesia. Mirado el problema desde la asamblea, parece que se debe admitir sin paliativo que la iglesia poseía mucho. Los expertos en ciencia económica se encargarán de dar expresión exacta a este juicio genérico. Buena prueba de que poseía grandes rentas es la cantidad que fue pagando en cada concordia y la afirmación repetida de que sostenía las dos partes del estado seglar. Ahora bien, es necesario escuchar de una vez por todas la explicación de las asambleas del alto clero: Sólo 100 ó 200 personas podían llamarse ricas, debido a sus grandes rentas en el estamento eclesiástico. No lo dicen, pero se referían a algunas mitras poderosas, a algunas abadías y a algunos beneficios catedrales o colegiales suculentos. En ese número de personas no estaban comprendidos todos los eclesiásticos de los cabildos, no obstante formar parte de lo que se llama el alto clero. Pero existe otro aspecto: las asambleas, clasistas por su representatividad, .ponen al descubierto el verdadero alcance del problema: la situación del clero medio y bajo. Nunca hemos visto documentación más viva sobre la situación de este sector social, el de los párrocos rurales, el de los beneficiados simples y el de los que servían capellanías por mandas testamentales. La situación se agravó de tal modo con la introducción del excusado, al privar a la parroquia de la primera casa dezmera, que comprometió seriamente la existencia de buena parte de tal sector. Se anunció el cierre de cientos de iglesias parroquiales rurales, lanzando a los curas a la mendicidad o a trabajos indignos y mal vistos, para no morirse de hambre 47 • Sobre todo en años de esterilidad y de escasos frutos, este sector sufrió tanto como el circundante mundo del campo. 45 Es obvio que los mayores desahogos de las asambleas se encuentran en las cartas a Roma, al Papa y a los cardenales. Suponen no pequeña crispación en el alto clero y hacen pensar en las reacciones del clero ordinario. 46 Podíamos acudir a una larga lista de teorizantes desde El Tostado hasta San Juan de Avila; citamos a dicho autor porque expone con diafanidad y galanura el tema, en A. DE VALDES, Diálogo de Mercurio y Carón..., Madrid, 1929, p. 72 (Clásicos Castellanos 96). 47 Será necesario comprobar este dato con la historia local de cada diócesis, p~ra ver si

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