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316 Tarsicio de Azcona Hubiera resultado una operación ardua, por no decir imposible, para dicha administración. Además, fue el clero quien nunca estuvo dispuesto a abrir el menor resquicio para que ojos profanos y manos seculares comprobasen la realidad de dichas rentas. Para eso recurrían a todos los argumentos de la libertad eclesiástica, de la inmunidad, del fuero y de la dignidad del estado eclesiástico. Esto ocurrió desde las primeras concesiones del siglo XV. Desde entonces se buscó la solución de convertir el variable indulto en una cantidad fija, a pagar a la corona. Aquí debe buscarse una motivación esencial de la reunión de las asambleas. Más aún, esta práctica del siglo xv quedó canonizada entre el clero y Fernando el Católico desde principio del siglo XVI, al prometer que todo indulto de subsidio sería reducido a una cantidad fija, negociada con la corona. Las rentas quedaban así al resguardo de la indiscreción secular 37 • Además, las asambleas primero, y después las reuniones diocesanas encargadas de materializar los repartimientos de las primeras, se . comprometían·a guardar secreto hermético sobre la materia, a fin de que no se filtrase la cuantía de dichas rentas, ni los agentes regios conociesen el valor de las mismas. Se prueba hasta la saciedad que el clero no soportó la fiscalización de consejos y jueces regios sobre el mundo interior de estas finanzas y sobre la contaduría de las rentas decimales. Resultará materia de discusión, pero eso prueba que existía en el estamento una cierta mala conciencia sobre la acumulación de bienes que poseía, manejaba y que no estaba dispuesto a que se le fuese de las manos. 3. Cobro de los subsidios por parte de la iglesia. La asamblea de cabildos concordaba con el rey el pago de dicha cantidad fija; pero hay más, se comprometía a repartirla y a cobrarla en cada diócesis, y luego a ponerla recaudada en la cabeza del obispado para entregarla a los arrendadores de la corona. No podemos referirnos en este momento a esa reunión-puente de cada diócesis, muchas veces en forma de sínodo diocesano, para repartir la cantidad que le había correspondido; sino al hecho mismo del cobro de la cantidad. Se encargaba a los beneficiados que pagasen el subsidio en un lugar determinado. Mas esto resultó casi siempre muy difícil. De ahí que cada diócesis buscase arrendadores duchos en la materia para ir lugar por lugar, beneficio por beneficio, sacando a tirones la cuota señalada. Así se conseguía de nuevo la intocabilidad de las rentas de la iglesia; pero al mismo tiempo se abrían anchos caminos para los pleitos y para las acciones de fuerza. Se alude con frecuencia en las asambleas a que esta operación del cobro por los mismos cabildos ahorraba cada vez al estado 100.000 florines de oro, lo que venía a resultar como otra nueva décima; el clero estuvo siempre dispuesto a pagarla con tal de no declarar el verdadero estado de sus rentas 38 • 37 En varias asambleas hay alusiones a estipulaciones con Fernando para convertir todo indulto en una cantidad ftja, solución que también fue admitida por el emperador. 38 Esta alusión aparece en apelaciones al Papa y en memoriales al rey. Por otra parte,

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