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148 T. DE AZCONA legado a estos reinos, cifraban una gran expectación ante el nuevo electo: Por divina inspiración y por gracia del santo espíritu se dio a la Iglesia tan excelentísimo pontífice y puente hacia el cielo empíreo; se resiste a declarar los méritos de Borja, « porque así como ex~ede el entendimiento humano la culmen e altura del pontificado, así la ex,~elen~ia de su saber e virtudes non puede ninguno por lengua nin peñola explicar» 8 • El noble o quien inspiró la carta ensaya una teología de lo humano y lo divino en el romano pontífice de indudable sabor monofisita, que contrastaba sin duda con la vida real del vicecanciller: « Vuestra santidad, siendo humano, por ser verdadero su~esor del prín~ipe de los Apostoles, sea vicario de xristo e tengua vezes non de puro ombre, mas de verdadero dios e su ymagen en la Redondez de la tierra ». El noble ensalza en su amigo las siguientes virtudes: prudencia, justicia, magnificencia, clemen– cia, liberalidad y en general todas las virtudes. El panegírico es completo. Y del pontificado pasa a la monarquía. El pasaje es de nuevo digno de nota, ya que aflora la visión temporal de Borja como príncipe: lo era ya de hecho en la Iglesia por su carrera, aunque « siempre se conos~io que hera nas~ido para mas de aquello »; ahora puede mostrar sus fuerzas y vigorosidad, ya que la elección ha hecho que « lo que de antes era se magnifestase ». La expectación concernía a la reforma del mundo, a la restitución de la paz y a la victoria contra los turcos, arrojándolos de los lugares sagrados. La asunción debía ser celebrada por todos con tem– poral jocundidad y espiritual alegría; así lo hacía él en su casa, que se la ofreoe y pide que le cuente entre los servidores más familiares 9 • No encierran el mismo interés otras dos respuestas. La cartácea de Alfonso de Cárdenas, maestre de la orden de Santiago, firmada en Hor– nachos el 11 de mayo de 1493: conocía la elección por el procurador de la orden en Roma; no obstante, agradecía el breve alejandrino; la orden elevaba oraciones y había ordenado procesiones de acción de gra– cias por el beneficio concedido a la cristiandad y sobre todo a los reinos de España al dar un católico príncipe de la nación de ella; no fue hecho sin inspiración de Dios. Espera que la fe será exaltada, los herejes casti– gados y los turcos e infieles, reprimidos. Al final, suplicaba que la orden fuese confirmada en sus derechos y preeminencias 10 • La respuesta cartácea de Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, de 8 de junio de 1493, es más protocolaria, pues se reduce a agradecer la comunicación de la elec- 8 P. Il-549b. Lo publicamos en Apénd. n. l. 9 La carta merecería más comentario. El estilo suena en ocasiones a rebuscado y casi barroco. La alusión a la misión del legado Borja, hacía 20 años exactos, velaba situaciones políticas entonces desacordes. Véase nuestra obra Isabel la Cató– lica ..., (Madrid, 1964), p. 199. 1 º P II-793.

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