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dad dello recibe detrimento». Esta actitud de los cardenales no hubiera sido posible sin la aprobación del vicecanciller Borja. Este no había olvi– dado el desaire sufrido en la provisión de Sevilla. De hecho, fueron z.vocadas a Roma varias sonadas causas inquisito– riales, sobre todo la incoada contra la familia Arias Dávila, y que fue res– paldada en Roma por Juan Arias Dávila, obispo de Segovia. Conviene conocer las armas que empleaba dicho obispo para convencer a los carde– nales. Así «dio al cardenal de Valencia una mula con una guami~ión muy rica, que valía más de CL ducados». Pensamos que Borja aceptó el rega– lo, pues el documento no dice lo contrario, como fue el caso de otros car– denales que no aceptaron ningún regalo. Esta tensión dio pie a Isabel para escribir al Papa algunas cartas, sobre todo una autógrafa y llena de tachones, en la que la soberana, arre– batada de celo sagrado, achacaba al Papa tibieza en la reforma de la Iglesia y en la represión de la herejía 28 • PARTE TERCERA: EL PONTIFICADO DE ALEJANDRO VI La biografía del Papa Alejandro VI pasa por un lamentable estanca– miento, no obstante algunos estudios italianos de los últimos lustros. Algunos piensan que no conviene investigar más, e incluso que no cam– biarán las conclusiones, a las que se ha llegado. Otros piensan que sería necesario una nueva búsqueda sistemática en archivos fuera de Roma, sobre todo hispánicos, para fijar algunos perfiles del Papa Borja. Así por ejemplo, no conocemos :m estudio historiográfico, que recoja con riguro– sa cronología la postura de los historiadores, desde su maestro de cere- 28. Texto de estas célebres cartas, Sevilla 1491 enero 24, en Relaciones de Inocencia VIII..., pp. 23-4 y 25-6. -29-

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