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que no de derecho, y a Riario concedía no la iglesia de Cuenca, sino la de Salamanca. c) No consta la intervención directa de Borja en la concesión de la bula de la Inquisición, 1 de noviembre de 1478. Sixto IV, atizado por la curia, nunca estuvo tranquilo con semejante concesión. En 1482 se quejó de los inquisidores sevillanos y concedió la reconciliación con la sola con– fesión del reo converso y con la absolución del confesor. Femando pro– testó y se valió del Vicecanciller Borja para que esta concesión fuese revo– cada. Queda en la penumbra lo que Borja sentía de verdad sobre la Inquisición. En ocasiones la apoyó; en otras, la pasó por alto, acogiendo y favoreciendo en Roma a los conversos fugitivos. d) Desde mitad de siglo, Europa y la cristiandad se sentían atenaza– das por los turcos, desde los Urales hasta el Mare Nostrum, con peligro de los estados italianos y de los pontificios. Frente a este problema vibró siempre Borja, como lo atestiguó sin ambages Sánchez de Arévalo, y se prueba por las acciones interpuestas por él para ayudar a la cruzada con– tra aquel enemigo peligroso. e) Italia se parecía a un mosaico de estados, sobresaliendo en medio de la península los pontificios. El batallador Papa Della Rovere tuvo difi– cultades con varios estados italianos, en especial con el reino de Nápoles. Desde Aragón fueron enviados el obispo de Gerona y micer Veri para pacificarlos. Lo consiguieron y los Reyes escribieron a Borja, Madrid 1482 diciembre 23: «E pues vos conosces quanto esto cumple al servi<;io de Dios e de la Santa Sede Apostólica... vos rogamos afectuosamente tra– bajeys con toda diligern;ia como asy se faga» 25 • 25. Reiteramos que no queremos abusar de citas para temas que hemos tratado. En cambio, véase L. SUAREZ, Política internacional de Isabel la Católica II, 256-7. -26-

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