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4 TARSICIO Dl". AZCONA protegidos por señores o por otros obispos; ese tal peca gravemente por aceptar un" cargo en el cual no podrá portarse según lo requiere su estado. Ni dejaría de ser reo de pecado, aunque su natural debi– lidad fuese superada luego por la gracia de estado, que le diese la fortaleza requerida para hacer dichas correcciones 6 • El obispo de Avila sabía muy bien que al poner este ejemplo ponía el dedo en la llaga de tantos obispos manejados arbitraria– mente por nobles o señores prepotentes, por eso se muestra rígido al proponer el remedio para arreglar tal situación; rechazar los obis– pados bajo culpa grave. Ni vaya a creerse que estas doctrinas del Tostado quedaron redu– cidas a mera teoría. En diversas ocasiones se tropieza con la resistencia al episcopado ante todo en discípulos suyos, como Pedro Ximénez de Préxamo y Juan de Ortega. Gil González Dávila se hace eco de estas ideas, cuando hablando de la provisión de Juan de Ortega escribe: No aceptaba (Juan de Ortega) porque estaba muy válida en aquel tiempo una opinión que comenzó a tomar fuerza en tiempo del gran sabio y santo doctor don Alonso Tostado: no ser lícito admitir obispados. Perseveró esta opinión ~n gran gloria de Castilla hasta los tiempos del emperador don Carlos. Viéronse los Reyes en grande aprieto porque no había vassallo que aceptase prelacía ... y suplicaron de la Santidad de Inocencia VIII les conce– diera un breve para compeler por justicia a los vasallos beneméritos 7 • El minorita Alfonso Palenzuela, maestro de teología, fué recom– pensado con el obispado de Ciudad Rodrigo por el buen éxito de la embajada para dar la obediencia a Pío II del rey Enrique IV: Y como quiera que muchos frailes de su orden rdutaban dél por haber tomado obispado; él dió de sí tan buena quenta y vivió tan limpiamente, haciendo enteramente su oficio, confesando sus súbditos y predicándoles con– tinuamente de tal manera que sirvió a Dios en recibir la dicha dinidad de obispado 8 • Este testimonio sugiere que las ideas del Tostado habían penetra– do en la orden de san Francisco, cosa nada extraña conociendo la • 1dem, In I partem Exodi, c. 18, vol. II, p. 241. GrL GoNZÁLEZ DAVILA, Teatro eclesiástico, vol. IV, p. 453. • VAT,ERA, 1\femorial, c. IS, p. 18. 24

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