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'l'ARSICIO DI\ AZCONA y Córdoba. Entre estos miembros del Consejo destacaba el arzobispo Jiménez de Cisneros, quien «tenía un ánimo que se remontaba en tan grandes pensamientos que eran más de rey que de fraile, y lo que ponía mayor admiración, que con todo esto no perdía punto de lo que debía obrar un religioso» 65 . ¿ Es verdad la sugerencia de Zurita, cuando a renglón seguido de ese testimonio, asegura que Cisneros ambicionaba el cargo de Inquisidor General? ¿ Es exacta la pintura de tantos historiadores literatos que describen a Cisneros como el gran Inquisidor, sediento de sangre, asentando en la Inquisición su gobierno dictatorial y capaz de volver a procesar al mismo Cristo si hubiera aparecido de nuevo entre los hombres? Veamos cómo se compagina con la historia este engendro de imaginaciones brillantes. Diego de Deza se enteró en la corte no sólo de que su cargo fenecía, sino que Fernando el Católico se lo estaba prometiendo a Jiménez de Cisneros seguramente para tenerle de su parte y sepa– rarle de sus hijos. El día I I de enero de I 507 escribía apresurada– mente a Fernando el Católico, y, después de hablarle de los asuntos inquisitoriales de Toro y Córdoba, decía : Mas yo quise cumpir lo que en mí era de forma que por mí no tomara nadie achaques, sino el que toviere dañado el corazón. Y cerca de este artículo ;,uplico a Vuestra Alteza una cosa que siempre le supliqué y Vuestra Alteza la conservó y es que por ninguna necesidat ofenda a Dios por ganar los onbres, porque sería muy mal troque y puede y sabe Dios tanto que por la misma vía que piensan algunos, pidiendo a Dios, ganar los ombres, haze que los pierdan. Digo esto porque de la corte de la Reyna Nuestra Señora me an certificado que Vuestra Alteza escrybió a su embaxador que dixese al an;obispo de Toledo que enviava a Roma a suplicar al Papa que lo enviase proveydo por Inquisidor General destos reinos; de lo qual yo estoy muy ma– ravillado, porque Vuestra Alteza conoce muy bien que tal provisión sería en gran ofensa de Dios y para destruición de la Inquisición y para malos fines c 1 ue él sabría t~ner. Y no se excuse Vuestra Alteza ante Dios diciendo que, puesta la Inquisición en sus manos, la defendería como hasta agora la impu– nado, porque la impunación que él a hecho y haze a este santo oficio sale <le odio y enemiga que le tiene; lo cual está bien conocido; y siendo asy y tenien<lo el arc;obispo de Toledo la osadía para hacer mal y trayción, quál Vuestra Alteza y toda Castilla sabe, no avrá empacho de cosa que dél digan Eyno hacer su hecho. Los prdados. con que Vuestra Alteza podra descargar rn conciencia, me parece que son el obispo de Segovia y el obispo de Avila, para éstos o para uno dellos, que basta que debe Vuestra Alteza procurar el "' J. Z1:RITA, Histo,,ia del rey don Hcrnando, lib. 7, c. 29. Anales, vol. Vl, f. ')() v. 58

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