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TARSICIO D:f; AZCONA días, estando yo en Valladolid, por parte de los conversos me daban cien mil ducados porque fuese contento que se sobreyese en la Inquisición, solamente hasta que el Rey y la Reina mis fijos viniesen: e yo respondí que nunca plugui,ese a Di;s que por tal causa yo recibiese dinero; y no lo quise facer. Agora en desembarcando el Rey mi fijo, como no sabe bien las cosas de aquí, ha escrito al arzobispo de Sevilla, como a Inquisidor general, que sobresea e faga que todos los inquisidores •sobresean en la Inquisición . . . Yo· lo disi– mulo fasta que placiendo a Dios nos juntemos ilo. De este testimonio notabilísimo se deduce que el caso del arzo– bispo había llegado ya anteriormente al embajador y posiblemente a la Curia Romana; aparece igualmente claro que el Rey se convenció demasiado pronto de todo lo que le informaban los inquisidores de Córdoba y Diego de Deza; ahora bien, esas confesiones de los parien– tes ¿ cómo las habían obtenido los inquisidores? Fernando el Cató– lico, convencido de las acusaciones contra el arzobispo, vió el pro– ceso tan erizado de dificultades que prefirió, de momento, echar tierra sobre el mismo. No estaban tan dispuestas a callar muchas personas eminentes, aturdidas de espanto, ante este proceso contra el krzo– bispo. Quien primero levantó la voz fué el mismo cabildo de Granada, que encargó a Jorge de Torres escribir un alegato en defensa del acusado para enviarlo al papa Julio II; en este documento se narra brevemente el ministerio pastoral del arzobispo y al final se pone a toda España por testigo de la injusticia de los inquisidores; se apela al testimonio de tres hombres de excepción : al cardenal Bernardino Carvajal, cardenal de Santa Cruz, a Cayetano Vío, maestro general de los dominicos, y a Jerónimo de Vich, embajador de Roma. El ca– bildo granadino ruega que sea el mismo Papa quien asuma esta cau– sa, pues de lo contrario surgirían graves escándalos en Granada; en caso de seguirse el proceso en España, ruegan que se someta la causa a Jiménez de Cisneros, a Pascual de Ampudia y a Diego Ramírez de Villaescusa con la prohibición absoluta de que nunca se pongan las manos en su persona y reservándose el Papa la decisión del proce:. so 61 • Además del cabildo, salieron en defensa de Talavera sus ínti– mos el conde de Tendilla y muchos prelados de Castilla. Mientras "" ANT. RonRÍGTJEZ VILLA, Don 'Francisco de Rojas, embajador de los Reyes Cat6licos, en «BAH> 28 (1896) 4,48. Conforme a este documento puede ser verdad que ya el 13 de junio hubiese obtenido Rojas poder para proceder contra el arzo– bispo, como afirma P. DE ALC; SuÁREZ, o. c., p. 276. 81 JoRGt DE ToRRES, Vida abreviada, f. 2 v.

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