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34 'l'ARSICIO DE AZCONA Tuvo también preocupaciones urbanísticas, atendiendo al trazado de calles, a la construcción de viviendas y al engrandecimiento de la ciudad. Si a alguno parece esta conducta improcedente, no estará de– más observar que los Reyes Católicos, a fin de no confundir las juris– dicciones, pusieron al frente del gobierno de Granada a un personaje calificadísimo y devotísimo de Talavera, el conde de Tendilla, aunque en realidad pusieron toda su confianza y una libertad de acción ilimi– tada en el arzobispo. 8. -Tocias las virtudes personales y pastorales de Fernando <le Talavera necesitaron una prueba definitiva, que las acrisolara de cualquier escoria de humana imperfección. Este crisol fué la Inqui– sición española. Para comprender este enojoso suceso, es necesario relacionarlo con la gran revuelta que en los primeros años del si– glo XVI se fué fraguando en la ciudad de Córdoba contra la Inqui– sición y principalmente, contra el inquisidor Diego Rodríguez Luce– ro, subalterno de Diego de Deza, y cuya actuación resulta todavía bastante enigmática 58 • No se puede pasar por alto que en el reino de Granada no fué implantada la Inquisición, porque Talavera la conocía demasiado bien para vislumbrar las dificultades que este tri– bunal podía acarrear a la buena marcha de la evangelización del reino recién conquistado. En esto llevaba toda la razón, pues la Inqui– sición servía para reinos arraigados en la fe y no para tierras de misión. Isabel la Católica lo comprendió así, y no permitió su esta– blecimiento; mientras etla vivió ni se alzaron voces de protesta ni se suscitaron cuestiones. Mas a su muerte ( r 504, noviembre 26), los Inquisidores, que avizoraban celosamente todos los resquicios por donde podía infiltrarse la herejía, no contentos con la grave situación creada en la ciudad, con los alborotos, motines y saqueo de los locales de la Inquisición, ~e embarcaron en un proceso mucho más delicado en el reino de Granada. Las acusaciones se dirigían directamente contra el arzobispo Talavera y sus familiares. Nadie, que sepamos, ha aducido nunca documentos del proceso en los que se diga concre– tamente cuáles eran las acusaciones contra Talavera. La bula papal, 58 J. ZURITA, Anales, vol. VI, ff. 99-100; F. BERMÚDEZ DE PEDRAZA, Historia l'rlesiástica . .. de Granada, ff. 202 v-204; HEFELÉ, J;e cardinal, p. 375; W. TII. W ALSH, Personajes de la lnquisici6n, trad. del inglés por Isabel de Ambía (Ma– drid 1948), ,pp. 225-228; BERN. LLORCA, Bulario de la Jnquisici6n, p. 220, n.0 20; PEDRO DÉ ALc. SuÁREZ, Vida del Vble. don fray Herna,n,do de Talavera, primer arzobispo de Granada (Madrid 1866), pp. 27~1-;;¡76. 54

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