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EI, 'l!IPO IDEAL DE OBISPO EN X.A IGLESIA ESPAÑOLA 23 colacción a vuestra mesa y con Vuestras Altezas, no la alegría de los ejer– dcios militares, no el gasto de ropas y nuevas vestiduras, aunque no carezca de culpa lo que en ello hubo demasiado. Mas, lo que a mi ver, ofendió a Dios 4:multifariam multisque modis» fué las danzas, ,especialmente de quien no debía danzar, las cuales por maravilla se pueden hacer sin que en ellas inter– vengan pecados; y más la licencia de mezclar los caballeros franceses con las damas castellanas y que cada uno llevase a la que quisiese de la rienda. i O nefas et non fas ! ¡ Oh licencia tan ilícita! ¡ Oh mezcla y soltura no cató– lica ni honesta, más gentílica y disoluta ! ¡ Oh cuán edificados irán los fran– ceses de la honestidad y gravedad castellana ! ¡ Oh cuán enseñados para re– primir en su patria toda liviandad, toda inepta leticia, toda disolución cuanto 4uier no parezca humana ! ¡ Oh, si yo lo entiendo, cuánto pierde mi Reina y soberana señora en ello, ante los hombres digo, que ante Dios no dudo nada ! ¡ Oh Reina Vasti cuán injustamente privada del reino, porque tu gravedad y honestidad no se conformó con la liviandad y embriaguez de Asuero ! ¡ Oh reina de Sabá, cuán ajenas tus fiestas de aquesto! ¡ Oh bendita Elisabet, hija del rey de Hungría y duquesa de Lorena, cuán quieta y apartada de todo ello! ¡ Oh Reina de los Angeles, porque no andemos por las ramas, por qué sufrís a vuestra dama, a vuestra sierva que quiera y sufra cosa de vuestra Soberana Excelencia y de vuestra perfectísima honestidad tan ajena! ¡ Oh, cabeza tan majada y no castigada ni escarmentada! Visto en qué pararon ayer las de Sevilla, ¿ hay ocasión para pasar un dedo ni un pelo el pie de la mano? ¡ Oh (si lo osaré decir), memoria o desmemoramiento de gallo que canta más veces porque no se acuerda si ha cantado ! Pues qué diré de los toros, que sin disputa son espectáculo condenado ! Lleven doctrina Jos fran~ses para procurar que se use en su reino; lleven doctrina de cómo juga– mos con las bestias; lleven doctrina de cómo, sin provecho ninguno de alma ni cuerpo, de honra ni de hacienda, se ponen allí los hombres en peligro ; lleven muestra de crueza, .que así se ,embrabece y se deleita en hacer mal y agarrochar y matar a quien no le tiene culpa; llev-en téstimonfo de cótno tras– pasan. los castellanos los decretos de los Padres Santos que defendieron con– tender o pelear con las bestias en la arena. ¡ Oh, qué diría si todo lo cupiese la carta! Pero baste lo dicho, porque creo yo bien que se hizo y hace todo con cansancio de espíritu 40 • El tono de la carta refleja tan desenfadada autoridad y tal liber– tad de espíritu que 110 es creíble pudiera resistirlo reina, que no fuera Isabel. La admiración sube de grado cuando la misma Reina contesta al arzobispo excusándose como una colegiala inocente y asegurando que «tales son vuestras cartas que es osadía responder a ellas porque ni basto ni sé leerlas como es razón, mas sí cierto que me ·dan la vida, y que no puedo decir ni encaracer cuánto me aprovechan» 41 • .. lbid., ibid., l>, 19. ~ Ibid., ibid., p. 16. 43

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