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20 'rARSICIO DE AZCONA terio de Santa María del Prado, momento que interesa definitiva– mente nuestra atención, pues señala el comienzo de la vida pública de nuestro prelado. 6. - El prior del Prado se convirtió desde el primer día en el eclesiástico de moda en toda la región vallisoletana, llenando la ex– pectación general como guía de almas, reformador y consejero de los Reyes. Fué la nobleza castellana, quien primero requirió el consejo sagaz y maduro del humilde monje jerónimo, asegurando su bió– grafo que «fué siempre querido y estimado y honrado de los grandes de las comarcas en que vivía; confesábanse todos los grandes y en– viaban por él diez e quince leguas, no para otra cosa». De la seriedad espiritual con que trataba a sus nobles penitentes tenemos un testimonio inapreciable en el opúsculo de conciencia es– crito para doña María Pacheco, condesa de Benavente, sobre la J.11anera de ordenar y emplear santamente el tiempo. Talavera se remonta en esta ocasión sobre las necesidades personales de la Con– desa y escribe para toda la nobleza castellana, bramoso de separarla de innobles maquinaciones políticas y desvelar ante sus ojos los an– churosos horizontes de la perfección espiritual cristiana. Es ocioso buscar en la literatura castellana doctrina más sana y menos empala– gosa. No podemos menos de dejar la palabra al mismo prior del Prado para que nos describa el grado de perfección que exigía a los nobles: Asentemos que en el tiempo del invierno vos <levéis levantar a las ocho, que son y; dos horas del día, signándovos e santiguando e diciendo: Credo in Deum, Pater noster y Ave Maria y otras oraciones en tanto que vos vestís. Ataviada vuestra persona, vuestra primera ocupación sea rezar Prima, Ter– cia, Sexta y Nona de las horas de Nuestra Señora, que sin gran necesidad nunca las <levéis dejar. Aparejan entre tanto el Altar y lo necesario, para que dando las nueve vos comiencen decir misa. ~sta oíd con atención, dejado todo otro cuidado e toda otra ocupación. Nin llegue secretario, nin paje, nin pariente, nin dueña a vos hablar ni una palabra, si no fuese muy necesaria, ca deve estar cogido allí todo el entendimiento, y aun tan buen día que baste para flacamente honrar aquel sagrado misterio. En tanto que se dice, podréis rezar la misa de Nuestra Señora e los psalmos penitenciales, salvo que el rnnto evangelio oyáis con todo silencio. E <leve uno tener cargo mucho en– r.argado de curar e procurar que en vuestra casa ni al derredor della no hay hablas ni ruido en tanto que se ofrece aquel muy santo sacrificio. Si qmsié– redes algunas veces mirar e contemplar los misterios de aquellas santas ceri– monias, quizá valdría tanto o más que el rezar ... Visitada vuestra casa y tornada a vuestro estrado, denvos de comer, y 40

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