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EL 'l'IPO ID~AL DI,'. OBISPO 1,:N LA IGLESIA ESPAÑOLA I9 Al pergeñar el retrato de este prelado ideal es evidente que no pretendemos recomponer su biografía, sino trazar su fisonomía espi– ritual y su fecunda labor pastoral. El origen, familia y primera educación de Fernando de Tala– vera no han tenido todavía el investigador minucioso que ponga luz en tantos datos y asiente la cronología. Procedía con seguridad de la familia de los Oropesa, aunque sus padres no fueron ricos ni po– derosos. Cursó sus estudios en la universidad de Salamanca donde se graduó de bachiller y más tarde adquirió la licenciatura in Sacra Pagina, consiguiendo la cátedra de Filosofía Moral en la misma universidad. Talavera pasó por Salamanca rebosando juventud e ideales y grandemente escaso de recursos ; esta situación, compañera inseparable de tantos compañeros suyos, no le lanzó a una vida alegre y aventurera, pesadilla de los jueces eclesiásticos y de los corchetes y justicias de la ciudad, sino que le recluyó en su posada para entregarse a la labor constante de copista y a dar lecciones a primerizos y retrasados. Así se ganaba honradamente la vida, pu– diendo presentarse en público como honrado hijodalgo. Fué siempre muy ataviado, polido y limpio; contentábase mucho de la limpieza e compostura. . . Decía muchas veces después de prelado, que por el hábito de fuera juzgaba lo de dentro y que de mala voluntad encomen– (1aría a ninguno cura de ánimas, que no sabría ataviar e componer su persona. Estas afirmaciones de su biógrafo no son un tópico manoseado, sino que son muy reales y hacen entrever al prelado que no se des– deñaría más tarde de escribir un tratado sobre la Reforma de trajes, perla literaria para reconstruir la indumentaria y atavío de aquellá época.. Las clases de Talavera en la universidad adquirieron una madurez y autoridad indiscutibles desde que se vió al catedrático ale– jarse paulatinamente del mundo y recibir las Órdenes Sagradas; desde entonces explicaba su filosofía moral más con el ejemplo que con la palabra. Mas este paso no tranquilizó suficientemente el ansia espiritual del maestro que tomó la resolución de alejarse enteramente del mundo para consagrarse a Dios en una orden religiosa. La elec– ción no ofreció mucha duda. Su familiar Alonso de Oropesa, general de los jerónimos, orientó definitivamente a Talavera hacia esta reli– gión, «la qual estaba muy recogida y en fama de las mejores órdenes y mejor recogida de España». La reputación que precedía a Tala– vera, le encumbró en un mínimo de tiempo al gobierno del monas- 39

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