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Estamos llamados a esta aventura que comienza por un manda lo de la Biblia que se nos da por medio del Apóstol por excelencia, es decir, por san Pablo: Orad incesantemente 40 • El cisterciense Thomás Merton, observó que las iglesias recogidas se parecían a las celdas recogidas y que, por eso, podíamos aprovechar la oca– sión cuando bien pudiéramos: Las iglesias de las ciudades son, a veces, tran– quilos y pacíficos lugares de soledad, cuevas de silencio donde las personas pueden buscar refugio de la intolerable arrogancia de los afanes humanos. A veces podemos estar más solos en una iglesia que en una habitación de nuestra casa, donde siempre pueden descubrirnos y molestarnos (y no de– beríamos irritarnos por ello, ya que el amor lo exige en ocasiones). Pero en aquellas tranquilas iglesias nadie nos conoce, nadie nos mo– lesta en medio de las sombras, donde estamos solos con unos pocos des– conocidos anónimos ... Que siempre haya iglesias oscuras, tranquilas, donde podamos refugiarnos. Lugares donde podamos arrodillarnos en silencio. Casas de Dios llenas de su silenciosa Presencia. Allí, aunque no sepamos cómo orar, al menos podemos estar callados y respirar fácil– mente. Un lugar donde nuestra mente pueda descansar, olvidar sus preo– cupaciones, sumergirse en el silencio, adorar al Padre en secreto 41 • 6. Concluyendo La celda del religioso tiene un fin místico de encuentro con el Señor. No aprovechar esto es despreciar los dones que Dios nos da para nuestra santificación. Los monjes no, pero los religiosos de vida activa, según la enseñanza del Papa Francisco, hemos de ser más gente de calle que de sa– cristía. Sí, pero antes o después hemos de tener momentos de oración, pues no podemos trasmitir lo que no tenemos. La celda además de ser un lugar para reponer pilas, de descanso,es un lugar de estudio, reflexión, oración, lectura atenta de la Sagrada Escritura. Hay personas que por su condición de enfermas o por el paso de los años, deben de estar más horas en la habitación, en la celda, pero si se descubre el misterio de ese aposento, su belleza, la oportunidad que Dios nos ofrece por medio de ese lugar, encontramos un tesoro. Como ya de– cíamos es el desierto de los Santos Padres en medio de las ciudades. 40. 1 Ts 5, 17. 41. Thomas Merton, Las páginas más bellas de Thomas Merton (Burgos 2007) 188-189. Hl!Uft H UETERll. ll7 54

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