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JI! t11 d1wbl " . Hay que r conocer que la posibilidad de la luz artificial r u1 Ion que tenemos en nuestros días. 11 1 , 1 ·rsonas que les cuesta más entrar en el aposento propio y a , , , ; , 111 •n ·. E n esto, como en otros muchos asuntos, depende bastante , 1, [ · t i t ·t ·r que cada uno tenga. Las personas más pausadas, más dadas ; l 1 •l'I ,'i n, menos habladoras, más de oración, gente a la que le guste 1 t 1• ·luru personal tendrá menos problemas en esto que los que sean más , l ov rtidos, más de estar fuera. Sin embargo, todos estamos invitados ,1 '.' r cogimiento cuando tenemos tiempo, cuando hemos hecho ya fu ·r·t nuestras tareas y servicios fraternos. Ni que decir tiene que un aposento sencillo, con claridad, limpio, or– l ' n ::i lo, invita más a permanecer en él que uno descuidado, lleno de tras– l :, ·wnque hay personas que se adaptan a todo. Lo importante es ver la ' ·I la como un privilegio, como un don divino, como un rincón de paz, • 111 0 un espacio de encuentro con el Señor. Es preciso descubrir en el ·il nci.o y la soledad un lugar de posibilidades para vivir nuestra vocación r li giosa. E n nuestros días los alquileres de pisos o de habitaciones individua– l ·s suelen ser bastante caros. Hay personas, inmigrantes sobre todo, que ti nen que compartir un piso siendo un grupo bastante numeroso. Sabe– mos qu una habitación para una persona sigue siendo un lujo. Y algo 1ue hemos de agradecer mucho a Dios. Lo que no agradecemos al Señor no lo vemos como un regalo suyo sino como algo que está ahí, sin más. El retiro en la celda, es también, como decían los antiguos Padres de l desierto, un ir a un lugar de tentación por estar más solos, porque puede uno darle más vueltas a la cabeza. Se decía en los primeros siglos del cristianismo que el desierto era el lugar donde habitaban los demo– ni os, que ir al desierto era ir a luchar contra esos espíritus del mal. La verdad es que siempre hemos de estar atentos a tener que afron– ta r esta lucha. Pero este combate, igualmente se da fuera de la celda. No podemos juzgar a nadie por estar mucho tiempo en su aposento o estar poco. En nuestro andar espiritual nos conviene tener ganas de llegar al en– uentro con Dios. Se nos pide no sólo saber cosas acerca de Dios, leerlas, ntenderlas, sino intentar poner todos los esfuerzos de nuestra parte para •n ontrarnos con É l. La vida del consagrado, o consagrada, es un buscar a 1 i constante de una forma ilusionante, con amor, con esperanza, con 11 ría. 1fin de nue tra vida interior no es sólo saber quién es Dios sino ·11 nlra rn c n .Él, entrar cada día en comunicación amistosa con Él. nouA ET UETERA, 87 53

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