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li in l 11 s aclo In [LJi Lud , las ·r ni lad. El j rcicio de buscar la presencia 1· 1 i< s s s ·n ·ia l 1·nlro d la vid a de l esp íritu. Si no nos damos cuenta 1· ' sla divina Pr · ncia , es porque es tamos distraídos, no vigilantes, .· ' ,(111 la ns I anzas de Jesús en el Evangelio. Olvidamos de esa manera nci al por I secundario. La c lda puede er una especie de iglesia privada, de capilla donde ·e oye, con más nitidez la voz tenue del Espíritu. En la celda puede haber imágenes de Cristo, de María y de los demás Santos, iconos que son ven– tanas a la eternidad. La habitación puede covertirse en una celda de amor a Dios, donde nuestra pobreza nos permite unirnos en cada mo– mento a la pobreza de Cristo, a su humildad, a la pureza celeste. Primiti– vamente, como ahora en los monasterios cuando algún monje desea vivir en soledad, en una ermita del cenobio, tiene que pasar unos años vi– viendo en comunidad para perfeccionarse en esa vida y prepararse para la posterior eremítica. Pero los superiores no suelen permitirlo antes de hacer esta prueba de aclimatamiento. Ya, en el siglo VIII, un monje de Oriente escribía esto: Cuando el solitario ha concluido su penosa práctica en el monasterio, que consiste en ejercitarse en la humildad, la obediencia y la paciencia ante los reproches que le hayan dirigido los otros, y cuando ha cumplido la regla de la comunidad como conviene, entonces sus padres espirituales le dan permiso para partir a la celda y permanecer allí en la– borioso silencio 37 • Más adelan.te , insistiendo en esa idea anteriormente referida Yau– seph indica: Aquel que no se haya ejercitado en la vida común no alcan– zará el reposo en la celda 38 . Es decir, que el retiro en la celda no es un apartarse del mundo sin más, un refugiarse a una atmósfera artificial de vida, no. En la celda el consagrado está llamado a vivir y perfeccionar su vida espiritual, su encuentro continuo con el Espíritu del Señor. La mentalidad individualista, muy propia de la época actual, olvida que hasta el siglo XIX no existía el concepto de espacio privado. La gente, en general, vivía poco menos que amontonada en una habitación, donde la familia hacía su vida. Sólo los privilegiados tenían su cuarto y su propia cama. A partir del siglo XVI, en los palacios de reyes y nobles, se generalizó la división específica de los interiores habitacionales según funciones diferenciadas. Con todo, ni siquiera los privilegiados gozaban 37. Yauseph Hazzaya, Las tres etapas de la vida espiritual, Colección lchthys, 44 ( alamanca 2017) 64. 38. íbid. , 66. HOUA ET UETERA. 87 51

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