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Hay gente que ha comenzado unos años de apostolado muy fecundo después de haber estado muchos años dentro de una celda monástica. Un ejemplo de esto nos lo dio san Serafín de Sarov (1759-1833), monje y santo de la Iglesia rusa, muy popular en los ambientes eslavos. San Serafín quiso llevar una vida de estilita en una gruesa piedra, haciendo penitencia por el mundo entero (eran los tiempos de las guerras napoleónicas). Quiso vivir también en silencio absoluto. Pero en 1810 re– cibió la orden de volver a su monasterio donde enferma viviendo en una pequeña celda. Después de esto, él abrirá su puerta y comenzará progre– sivamente a dar consejos espirituales a todo tipo de personas. Sólo a par– tir de 1825, cuando ya tiene 66 años, sale de su reclusión para ser un staretz, un padre espiritual dedicado totalmente a la gente. En su ermita del bosque, recibió a numerosos visitantes de todo rango 2 : El padre Juan de Cronstadt (1829-1908) ha influido muchísimo en la espiritualidad del Oriente cristiano a partir del siglo XIX. Indico una cita de su famoso libro Mi vida en Cristo: Donde quiera que me encuentre, apenas levanto los ojos de mi corazón a Dios en la aflicción, Él, el Amigo de los hombres, responde a mi fe y a mi oración, y mi tristeza se desvanece al instante. Él está junto a mí en todo momento; yo no lo veo, pero siento vivamente su presencia en mi corazón. La tristeza es la muerte del corazón; es una apostasía. La expansión y la paz del corazón, nacida de una fe viva, es una prueba absolutamente clara de que Dios está constantemente a mi lado, de que habita en mí. ¿Qué santo o qué ángel podría liberarnos del pecado o de la tristeza? Nadie, sólo Dios. Lo sé por experiencia... 28 • Muchos recogidos, ascetas, gente que hace su vida en la celda mo– nástica o conventual han tenido ocasión de ver que para llevar una vida santa es preciso vigilar los pensamientos. En la doctrina del Oriente cris– tiano esta enseñanza es básica. Tiene que ver mucho con la oración de Jesús, que parte del fundamento de vigilar el corazón para que ahí no en– tren malos pensamientos. Tan sólo se necesita estar vigilantes y rezar una oración con el nombre de Jesús, que tiene poder para rechazar los pen– samientos negativos. Los santos ascetas, en particular aquellos que viven en soledad, han constatado que las pasiones se nutren básicamente de pen– samientos y de imaginaciones... Primero nacen los pensamientos, luego se muestran las pasiones, constata san Doroteo de Gaza. 27.1110más Spidlik, D.S., Vol. 4, columna 632. 28. Juan de Cronstadt, Mi vida en Cristo. Ediciones Sígueme, Salamanca 2006, 36. 46

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