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la vic.la · n b ti a, ·s¡ • ·ia l111 ·nt ¡ r ,u di o I son Pa n1io. L, 1 ·v lu i n 1 1 as p t · mon ·ti · t.a l y m 1 :; no 111 s ho <l lt no li ·n • lu a r de la no h ·~ la mañana. Lo de la Ido individuo! s iin– f1 11111 M much le pu . ·n occid nt , conl a figuracari·máticade anBenito d Nursi·1 • 7 ), pa trono de los monjes cri ti anos n sta zo na. N ·abem cJ ' ·u vida, pues la escrita por Gregori.o Magno es más bi. n d v i nal que histórico. 1 nombre de san Benito de Nursia o de san Benito '1.b·1d st vin– ul ado especialmente con la Regla Monacal que ha marcado e l p n a- 111ie nto católico y la misma cultura europea. Los monjes en aquel tiempo no iban al mon asterio a e ·tudia r y cul– tivar la ciencia, sino a vivir en comunidad, bajo la obedi enci a de un abad, buscando en común la voluntad de Dios. Se ha dicho que la Reglad san Benito es, con las de san Basilio y san Agustín, el primer intento serio d racionalizar la vida de unos hombres o mujeres que quieren responder n común al evangelio. En ella se da tiempo suficiente para el trabajo manual y la oración, pero también para el estudio y la reflexión 16 . Para hablar del tema que estamos estudiando, el de la celda monás– tica o conventual , tendremos que referirnos a ella siglos muy posteri or 1 a los de san Benito. Al principio, como las primeras abadías cisterciens s, no podremos hablar de celda particular sino, de una amplia sala dond desarrollan su vida los religiosos, especialmente la del descanso. Se rá c n la construcción posterior de las grandes abadías, cuando se pueda habl ar ele eso. La gran reforma benedictina de Cluny, en el siglo XI pe rmiti.rá los aposentos particulares en el pleno sentido el e la palabra. Se con trui– rán en Europa cerca de 2.000 abadías financiadas por reyes y nobl e·, qu les dejarán en herencia, además de las exenciones el e impuestos y el e es tar directamente bajo la obediencia del papa, grandes fincas, que ll ega rán a abarcar pueblos enteros. Las extensiones de sus finca s, de sus molino y demás propiedades dará curso a la posibilidad de construir gra nde· aba– días. En España recordamos a San Juan de la Peña, Oña, San Millán de la Cogolla, etc. No obstante, hasta siglos muy posteriores, siglo XVI, no se gen ra– li za rá la construcción de celdas particulares para cada monj e tal y com hoy las entendemos. 16. Xavier Pikaza, Diccionario de pensadores cristianos. ditori al V rbo ivino, Navarra 2010, 93. nouA ET UETERA. 87 41

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