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44 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA Si de esta observación periférica penetramos hacia el interior del gran pro– blema, advertimos que Mounier quiere iluminarlo desde una doble vertiente: la histórica y la ontológica. De esta iluminación doble debe brotar la acción que ha de instalar la revolución personalista. Desde la perspectiva que nos está preo– cupando es obvio que nos preguntemos: ¿qué le dijo a Mounier el pensamiento cristiano para aclarar su gran problema? Lo primero que se observa en Mounier es el contraste que establece entre la pura filosofía y el pensamiento cristiano. Llega a afirmar que allí donde la per– sona empieza a adquirir valor absoluto de existencia, cie:::to carácter de singula– ridad, cierta independencia inalienable frente a toda colectividad, allí se advierte una de las aportaciones especiales del cristianismo al pensamiento y a la vida espiritual de occidente. Esve juicio, que formula en su obra, Personnalisme et christanisme, escrita en 1939 20 , lo corrobora, haciendo un rápido recorrido por la historia del alma griega. Para ésta la aparición del singular en el curso armonioso de la razón uni– versal es una desdicha, casi una falta del universo. Platón, al preguntarse en el Fedón por el destino personal del hombre, ve en la muerte de Sócrates un «bello riesgo» que hay q·.1e correr. Pero olvida más tarde sus razonamientos sobre la inmortalidad personal. En su gran filosofía no garantiza la inmortalidad más que a las ideas. Solamente en segundo lugar al alma, que en el más allá tratará de asemejarse a los modelos divinos. Aristóteles, sigue historiando Mounier, elimina aún más rigurosamente del universo todo va}or personal. Su Dios es un Dios infinito que no puede conocer las esencias singulares ni querer las voluntades particulares. A la objeción de que el alma griega lucha en la tragedia contra el destino con heroísmos de grandeza personalista, responde Mounier con la observación de que el destino antiguo no es, en cuanro razón inmanente, más que una po– tencia impersonal y ciega. Y que al herir al individuo no tiene nunca en cuenta su valor como persona. Tampoco se deja sugestionar el alma encendida de Mounier pior el elevado misticismo de Plotino. No puede aceptar de este sistema que la individualidad humana depende de una caída en el ergástula de 1a materia, ni que su salvación haya de consistir en la evasión del tiempo para lograr ia contemplación de la eternidad 21 . Por el contrario; el mensaje cristiano es una llamada a todos los hombres, y no sólo a los doctos corno en las escuelas antiguas, a un cambio de mentalidad y a una rectificación del corazón. Dos inscripciones adornan la nueva medalla cris– tiana de Mounier: en el anverso se lee la palabra de San Juan Bautista, invitando a la conversión: µeTavor¡TT) En el reverso, la mejor esencia del mensaje cris– tiano: dii estis. En estos lemas halla el mejor basamento ideológico para su per– sonalismo 22 . 2 -0 Oeuvres... t. I, p. 731. 21 O. y l. cit., pp. 731-732. 22 O. y l. cit. 1 p. 733.

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