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54 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA El mundo antiguo se hallaba cerrado a esta idea. «El hombre perfecto en este mundo antiguo, dice Mounier, carece de recuerdo y de desarrollo; se fija exclusivamente en la contemplación de lo perfecto. Tampoco el sabio estoico progresa: en el momento en que es iluminado, sufre una metamorfosis íntima y total que le trasmuta todo entero en razón pura, en perfección sin grados» 53 . No se puede negar al pensamiento griego, juzga Mouníer, la grandeza de ha– ber arrancado al hombre a la ceguera del sentido y de lo efímero. Y de haber descubietro la eternidad. Pero sucede que el descubrimiento del tiempo, o de la eternidad en el tiempo, era un descubrimiento más pleno. Y éste no pudo ser logrado. Esta desestima del tiempo y de la historia, sigue razonando, no es un fenó– meno peculiar a la antigüedad mediterránea. Se advierte igualmente en la doc– trina del Tao, propia del Extremo Oriente. Y también en la doctrina hindú por cuanto se desinteresa por el material mismo de la historia. Tan sólo un pueblo en la antigüedad, advierte Mounier, introduce y man– tiene durante milenios con rigor e insistencia la idea de una historia una y uni– versal. Es el pueblo de Israel. Esta tradición milenaria el cristianismo la ha re– tomado y llevado a plenitud. Tres unidades presiden esta nueva visión: la uni– dad de Dios, la unidad de la historia y la unidad del género humano. En estas tres unidades, sentencia Mounier, tenemos la armadura de la idea del progreso colectivo de la humanidad 54 • El alma, siempre mística de Mounier, vio centrado este progreso colectivo de la humanidad en Cristo. Este, sin embargo, no es primariamente el amigo del alma retirada, como tantas veces se ha querido hacer ver. Es, digámoslo con sus mismas palabras, «le Rass,embleur de oette humanité dispersée» 55 . A la imagen antigua de una ascesis individual por la que el alma, de esfera en esfera, va sa– liendo de la prisión de este mundo, como afirman tantas evasiones espiritualistas, el cristianismo sustituye la imagen de una maroha colectiva de la humanidad entera que, junto con ella, arrastra al mundo físico hacia la plena redención. En este momento Mounier se siente apoyado por la visión cósmica de Teil– hard de Ghardin. La aportación central de ,éste, piensa Mounier, consiste en haber restablecido las perspectivas cósmicas del mensaje cristiano. Este juicio, por el que Mounier asume una de las más valiosas intuiciones de Teilhard de Char– din, define igualmente su propia visión de la historia cristiana. De esta historia que aún se está haciendo en nuestro siglo 56 • Dos notas señala a la misma: el ser progr.esiva y el ser escatológica. Parecen antitéticas, pues la una mira hacia los valores de aquí abajo, y la otra hacia lo eterno que ha de venir. Mounier piensa que toda la complejidad de la exégesis histórica cristiana reside en la vinculación de ambas notas. Visto el problema su– perficialmente parece necesario elegir entre un mundo que a'.'anza por grados a 53 O. y l. cit., p. 398. 54 O. y l. cit., p. 399. 55 O. y l. cit., p. 400. 56 O. y l. cit., p. 402.

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