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52 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA formación moral escrupulosa y casuística y que eduquen las conciencias en el culto a la decisión. Nos hallamos con estas reflexiones en e1 corazón del activismo de Mounier. Digno de notarse es que este activismo lo fundamenta en las íntimas exigencias del pensamiento cristiano, en cuanto pensamiento encarnado e inserto en la historia. El incarnacionismo ha sido el preámbulo de esta r,eflexión sobre «l'engage– ment». . Nos toca ahora, en el último apartado de este estudio, abordar la in– serción de «l'engagement» dentro del marco de la historia. 5. INSERCIÓN EN LA HISTORIA El espfoitu de compromiso incitó a Mounier a una preocupación acuciante por los problemas de la comunidad humana, sentidos desde la dimensión histó– rica de su desarrollo. Esta preocupación le indujo a tomar actitudes que enton– ces y ahora siguen siendo discutibles. El mismo tuvo conciencia de ello. De donde sus reticencias, ,sus vacilaciones y esa cierta desilusión que se advierte al final de sus años, vividos en plena actividad. Pero estas ,actitudes, sumamente interesantes para desvelar su vida íntima, interesan menos aquí en que nos preocupamos más bien de su visión de la his– toria, como preámbu1o ideológico de su «•engagement». Es decir; nos preocupa– mos ahora de lo que podemos llamar su filosofía de la historia. No pretendemos estudiarla en su integridad sino tan sólo en ciertos puntos de mayor relieve y ver cómo Mounier se vincula en ellos al pensamiento cris– tiano. Tres puntos anotamos de especial interés: 1) Insatisfacción ante el des– arrollo histórico de los últimos siglos; 2) Visión de la marcha de la historia; 3) La paz, meta de la historia. Examinémos1os con alguna detención. a) Insatisfacción en el desarrollo histórico de los últimos siglos El tema de la crisis histórica era ambiental en el momento en que Mounier abre su mente a la reflexión. O. Spengler terminaba de escribir su obra, La de– cadencia de Occidente 44 • Expone en ella una visión cruda y extremada de la historia que vino a ser aldabonazo que despertó ihasta a los más aletargados. Pero también otros pensadores, sin el pesimismo biológico y resentido del his– toriador alemán, advertían que algo estaba concluyendo en nuestra vieja civili– zación. Se ,estaba cerrando, en efecto, ese período histórico que llamamos edad moderna. La edad moderna se abrió con el Renacimiento. Pero aquel renacer se le veía caminar hacia su ocaso en el siglo xx. R. Guardini escribe un estudio sobre el fin del tiempo nu.evo 45 • Hilario Belloc sobre la crisis de nuestra civilización 46 • 44 La decadencia de Occidente, trad. de M. GARCÍA MoRENTE, 6 ed., Espasa-Calpe, Madrid 1944. 4 5 Das Ende der Neuzeit, Würzburg 1948. 46 La crisis de nuestra civilización, trad. esp., Buenos Aires 1948.

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