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50 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA cuerpos, templos del Espíritu Santo- es uno de los temas dominantes en la li– teratura medieval, según Mounier. En este momento viene a su pluma el nom– bre de San Buenaventura, representante máximo de la llamada metafísica ejem– plarista. Este doctor, subraya Mounier, elimina toda forma de panteísmo, al pre– cisar que todas las cosas de la naturaleza son vestigios y sólo el hombre, seme– janza de la divinidad 39 • Juzgamos muy feliz esta conexión de Mounier con el doctor franciscano. El pensamiento de éste da un sostén por arriba a la antropología de Mounier, la cual, inserta en la vida y totalmente encarnada en las horas fugaces de la existen– cia, necesita este apoyo en el cielo de 1a metafísica para no hundirne, como tantas otras, en un materialismo más o menos larvado. Mounier sabe mantener el ,equilibrio entre un espiritualismo a ultranza y un temporalismo exclusivista. Su incarnacionismo reohaza tanto las ilusiones plato– nizantes, que alienan, al alejar al hombre de la realidad sensible en la que tiene que actuar, como la inmer,sión en lo material, que aliena al espíritu de los altos valores hacia los que se siente atraído y que debe diariamente conquistar. Predsamente, al empeñarse Mounier en esta conquista de valores espirituales encarnados, ha acuñado una palabra que se ha hecho célebre en nuestra actual vida mental. Al mismo tiempo completa cuanto llev,amos dicho sobre el sentido incarnacionista de su doctrina. Nos referimos a la palabra «engagement». Las versiones españolas han vertido certeramente esta palabra por «compromiso». Detengámonos en analizarlo, aunque sea someramente, y ver cómo Mounier inserta este concepto en las exigencias íntimas del pensamiento cristiano. Lo primero que constatamos al tomar contacto con los textos de Mounier en los que estudia el tema de «tengagem,ent» es el puesto central que ocupa en sus reflexiones sobre la persona. Ello quiere decir que si Mounier propugna un personalismo encarnado, este incarnacionismo ha de manif,estarse en el compro– miso. Y precisamente, en un compromiso de conquista de valores espirituales en la línea que terminamos de indicar. Al definir en su obra, Manifeste au service du personnalisme, la esencia de la persona, en la segunda parte de la misma leemos estas palabras: «Elle entre!'ient cette subsistanoe piar son adhésion a une hiérarchie de valeurs libnement adoptées, assimilées et vécues par un ,engagement responsable ,et une constante conversion; elle unifie ainsi toute son activité dans la liberté et développe par sucrozt, a coups d'actes créat.eurs, la singularité de s,a vocation» 40 . Cuatro motivos de esta definición queremos retener como especialmente fe– cundos: 1} la persona afirma su subsistencia en la adhesión a una jerarquía de valores; 2) éstos deben ser libremente adoptados, asimilados y vivídos por un «,engagement» responsable; 3) este «,engagem,ent» implica en su realizadón fác– tica una conversión perenne del espíritu; 4) sólo así tiene lugar la unificación de la persona en su ,esfuerzo cr,eador. Imposible exponer ahora detenidamente estos cuatro motivos. Baste, para 39 Feu la Chrétienté... Oeuvres ... III, pp. 589-590. 40 Manifeste ... Oeuvres... vol. III, p. 523.

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