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48 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA carnation est comp!,ete et la Résurrection totale, l'Homme nouveau est en méme temps appelé a /aire une terre nouvelle, /,e monde des oorps doit collaboror de toute sa puissanoe non seulement a racontler, mais a construir la gloire de Dieu» 38 . La edad media, sigue comentando, ha pensado esta verdad cr1sttana, tal como él la conocía, tanto sobre el cuerpo del hombre, «templo del Espíritu Santo», como sobre esta suerte de cálida matriz que constituye el universo cerrado de Ptolomeo. Mounier ve un ápice de esta concepción optimista de la naturaleza en la teoría de Roberte de Grosseteste para quten la esencia y el misterioso secreto de la materia se halla en la luz 34 • En una página muy intresante de su Traité du caractere, Mounier estudia el modo de lograr la afirmación del yo, a través de nuestras relaciones con la mate– ria. Cree hallar la fórmula en la expresión franciscana: «Nuestro hermano cuer– po». Esta fórmula, comenta, traduce las relaciones de alma y cuerpo por un sen– tido de equilibrio humano, de superior a subordinado, que se podría llamar una paternidad inclinándose a una fraternidad u_ Dicha fórmula nos habla de un dominio que debe ejercerse sobre el cuerpo. Pero sin llegar al dominio del paterfamilias del derecho romano. El dominio del espíritu sobre el cuerpo hay que atemperarlo con una dosis de fraternidad que implica siempre cierta delica– deza igualitaria. Creemos que estas fórmulas nos han introducido en la es·encia del incarnacio– nísmo cristiano, propuesto por Mounier. La historia de esta idea pone en mayor relieve sus logros y sus deficiencias a 1o largo de los siglos. Estie juicio muy pen– sado de Mounier nos habla de estios logros y de estas defidencias. «Vivimos, nos dice, en una sociedad en que las nociones cristianas than impregnado de su senti– do hasta a aquellos que las combaten. En retorno y desquite, muchas de ellas han quedado embebidas de savias extrañas y nocivas. De aquí ese cristianismo, difuso y desorientado, que transpira cierto menosprecio del trabajo y de la materia, cuando es verdad que el cristianismo auténtico ha venido a rehabilitar el uno y la otra» 311 • No podemos, por brevedad, seguir acotando este pasaje en el que Mounier expone detenidamente la alta estima del trabajo en la tradición cristiana frente a la desestima de la civilización greco-romana. Baste recoger su aserto sobre la ponderación del mismo en los Santos Padres y cuánto, por el contrario, impugnan éstos la ociosidad 37 • Una contraprueba de la alta estima que el pensamiento cristiano tiene del cuerpo la halla Mounier en el análisis en el que Santo Tomás expone la virtud de la fortaleza. Para el doctor medieval la fortaleza tiene por principal objeto la superación dd temor a la muerte corporal. Esto, comenta Mounier, es mucho más 33 Le petit peur... Oeuvres, vol. III, pp. 414-415. 84 O. y l. cit., p. 415. 35 Oeuvres... vol. II, p. 585. 36 Le petit peur ... Oeuvres... vol. III, p. 368. a; O. y l. cit., pp. 369-370.
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